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El monasterio de la Murta está enclavado en un privilegiado valle declarado reserva natural protegida.
El pasado día 5 de junio, primer sábado del mes, un grupo de miembros de la Junta Local de Cofradías y algunos familiares, hicimos un viaje cultural a varios monasterios incluidos en la "Ruta dels Monestirs". Esta ruta une las comarcas de La Safor, La Vall d'Albaida y La Ribera, pasando por los monasterios de S. Jeroni de Cotalba, Convent del Corpus Christi en Llutxent, Sta Mª de la Valldigna, Convent d'Aigües Vives y el Monestir de la Murta.
Existe un sendero señalizado (el GR-236) que permite hacer la ruta a pie en 3 o 4 etapas.Su trazado sigue los pasos de aquellos peregrinos pobres que en tiempos medievales transitaban estos viejos caminos buscando un sitio donde les dieran comida y cobijo para dormir. Es por ello que a esta ruta también se la conoce como "el pas del pobre".
En nuestro caso, nos trasladamos en autobús, lo que nos permitió visitar el mismo día tres de los cinco monasterios que componen la ruta: Monasterio de la Murta (Alcira), de S. Jeroni (Cotalba) y el Convent del Corpus Cristi (Lluxent).
El grupo en la puerta de acceso al recinto.
Iniciamos nuestro viaje en Alcira en un día primaveral, soleado pero algo fresco y nos dirigimos hacia el Valle de la Murta. Este valle se encuentra en la Sierra de Corbera, entre las sierras de les Agulles, la Murta y el Cavall. Su frondosa vegetación contiene numerosas especies botánicas, cuya variedad ya llamó la atención del botánico Cavanilles cuando pasó por por este lugar, a finales del siglo XVIII. En este idílico paraje, declarado reserva natural protegida, se encuentra el monasterio de Sta. Mª de la Murta.
Los orígenes del monasterio se remontan al siglo VI, cuando llegaron a este valle S. Donato y un grupo de eremitas huyendo desde el norte de África del acoso de los infieles. Aquí encontraron la paz y el reposo que buscaban, construyeron algunas humildes ermitas y aprovecharon la gran variedad de plantas medicinales que crecían por doquier, y que ellos conocían muy bien, para ganarse el favor del pueblo. Por aquel entonces el valle era llamado valle de Miralles, haciendo referencia a los miracles o milagros (del latín miraglo) que allí se producían debido al efecto curativo de muchas de sus plantas.
A principios del siglo VIII, la invasión árabe dispersó a los seguidores de S. Donato, pero antes de abandonar el lugar escondieron una virgen para evitar su profanación por los moros. Cinco siglos mas tarde, tras la reconquista de Alcira por D.Jaime I, vuelve a establecerse una comunidad de ermitaños en el valle y encuentran la imagen escondida entre los mirtos; es así como cambia su nombre por el de Valle de la Murta.
El mirto, murta o arrayán es un arbusto con flores blancas, fragantes y muy olorosas y hojas que desprenden un agradable aroma al ser restregadas. Está extendido por toda la región mediterránea en solanas secas y bosques de pinos y ya desde la antigüedad se le considera el símbolo del amor y la belleza. Con coronas de mirto se honraba a los campeones olímpicos en la Grecia antigua.
En el siglo XIV, el señor de estas tierras, Arnau de Serra, las donó a estos eremitas a condición de que se acogiesen a la regla de S. Jerónimo, tal y como ya lo hacían en el Monasterio de Cotalba. Las obras se iniciaron en 1401 y contaron con importantes donaciones de ilustres familias, entre las que destacan la familia Vich. Jerónimo Vich i Valterra (1459-1535), conocido como el embajador Vich, pues fue el embajador en Italia de Fernando el Católico y Carlos I, financió las obras de una nueva iglesia y de la "Torre dels Coloms"(acabada en 1528).
Los participantes del viaje observan la Torre "dels Coloms", construida en al s.XVI para protegerse de las incursiones de los piratas berberiscos.
La Torre de las Palomas es una torre de defensa construida en un periodo en el que eran muy frecuentes los ataques berberiscos provenientes de la costa. Era habitual el rapto de personas de cualquier condición, incluídos los monjes, lo que constituía una actividad muy lucrativa y, por tanto, recurrente. La situación de la torre de las Palomas en el conjunto del valle y del monasterio hace pensar que estaba ideada como refugio último de los monjes en caso de ataque, pues está emplazada detrás del monasterio, en lo más profundo del valle. Refuerza también esta idea el hecho de que muy posiblemente se edificó como elemento independiente del resto de las edificaciones, con acceso desde una puerta levadiza situada al nivel del primer piso. Las posteriores reformas, la construcción de la nueva iglesia junto a ella y la pérdida de funcionalidad defensiva, puesto que la intensidad de los ataques y saqueos berberiscos fue disminuyendo a lo pocos años de su finalización, integraron el espacio interior de la torre con el resto de edificaciones que conformaban el conjunto monacal.
Las primeras décadas del siglo XVII fueron las de máximo esplendor del monasterio, convirtiéndose en un destacado centro religioso y cultural, cuyo patrimonio fue aumentando con donaciones de muchos personajes ilustres que querian ser enterrados entre sus muros.
En 1586, el monasterio recibió la visita del rey Felipe II acompañado por el príncipe Felipe y la Infanta Isabel Clara Eugenia. Para que pudiera acceder con su carruaje se amplió y reformó el viejo puente y en su honor fue bautizado con su nombre.
Entre la multitud de tesoros artísticos que contuvo destacan el retablo cuatrocentista adquirido a principios del siglo XVI "La Verónica" y un retablo de alabastro representando el Bautismo que hizo traer de Italia Jerónimo Vich y Valterra (conservado hoy en el Museo de Bellas Artes de Valencia) además de numerosas obras pictóricas de grandes maestros pintores como Durero, Jacopo Bassano, el paisajista flamenco Paul Bril, Francisco y Juan Ribalta (de las cuales se conservan 31 retratos de valencianos ilustres de Juan Ribalta y su taller en el museo de Bellas Artes de Valencia), Pedro de Orrente, Divino Morales, José de Ribera "el Españoleto" o Lorenzo Castro. Por último formaba parte de este patrimonio la biblioteca del monasterio, que integraba las de Juan Vich y Manrique de Lara, el Arcediano Pedro Esplugues, el Cardenal Vera y el Obispo de Segorbe, natural de Alcira, Gilaberto Martí.
El monasterio a finales de s.XVIII según un grabado de la época
A lo largo del siglo XVIII, ya sin el patrocinio de los Vich, la comunidad siguió ampliándose y entre otras mejoras se construyó una hospedería (1657).
El siglo XIX marcó el declive de Sta. Mª de la Murta. Necesidades económicas forzaron a los monjes a vender el magnífico órgano de la iglesia mayor y algunas pinturas. En 1835, a raíz de la desamortización de Mendizábal, el monasterio fue clausurado. Contaba en ese momento con once monjes.
El agua procede de la Fuente de la Murta, descubierta por un zahorí en 1582. Se contruyó un acueducto que transporta el agua desde la fuente hasta las balsas del monasterio; está formado por ocho arcos consecutivos que salvan los desniveles del terreno, llegando en algunos puntos hasta los tres metros de altura.
En 1838 pasó a manos privadas, iniciándose un proceso de abandono y expoliación de sus bienes hasta su total ruina, que se vio agravada al ser engullidos los edificios por la naturaleza que los rodeaba. Precisamente ese estado de ruina en armonía con la naturaleza, ha despertado la atención histórica y literaria, siendo el monasterio de la Murta el que más incursiones literarias ha suscitado entre todos los monasterios jerónimos valencianos.
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