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Vista del monasterio de San Jeroni de Cotalba desde la parte orientada a la carretera Albaida-Gandía. (Foto: Google imágenes)
Despues de visitar el Convento de Llutxent, y ya avanzada la mañana, el grupo de excursionistas de la Junta Local de Cofradías de Ayelo de Malferit nos dirigimos por la carretera que lleva a Gandía hacia nuestro último destino: S. Jerónimo de Cotalba. En cuanto pasamos Rótova divisamos el famoso monasterio que se muestra imponente en la parte izquierda de la carretera, justo en el centro de un ameno valle tapizado con el verde de los huertos de naranjos. La figura del monasterio no permanece inadvertida para el que transita por esta carretera, pues su recinto amurallado y sus torres destacan desde lejos y además el viejo camino que hacia él lleva está flanqueado por árboles centenarios de frondosa sombra que contrastan por su altura con la pequeñez de los naranjos.
El grupo, a la sombra de un frondoso árbol, se protege del sol del mediodia mientras sigue las explicaciones del guía.
El monasterio de S. Jerónimo de Cotalba fue fundado en el año 1388, tal y como nos muestra una inscripción labrada en piedra bajo la gran Torre de las Campanas, donde puede leerse que D. Alfonso de Aragón, duque de Gandia fundó este monasterio " ... á honor de Deu é de san Geronim, l'any mil CCCLXXXVIII."
Los monjes jerónimos que vinieron a establecerse aquí procedían de la cercana villa de Jávea, donde a los pies del Montgó se había asentado una comunidad en 1376. Al poco tiempo de establecerse, los monjes fueron apresados por los piratas berberiscos y llevados a Bugía, en el norte de África. El duque de Gandía "Alfons el Vell" pagó su rescate y los acogió en sus dominios, más seguros, dándoles asilo en las inmediaciones de Cotalba. El conjunto se levantó sobre los restos de un caserío musulmán y un castillo medieval.
Pórtico de la iglesia y Torre de las Campanas, con sus almenas que nos hablan de la finalidad defensiva de la misma. Una lápida colocada en sus muros nos recuerda que fue fundado en MCCCLXXXVII.
El monasterio fue muy favorecido por los duques de Gandía y también por el rey Martín I de Aragón "el Humano" quienes les concedieron censos sobre numerosas casas y tierras en Gandía, Valencia, Xátiva y Oliva. Muchas de sus rentas provenían de sus cultivos de viña, olivos y algarrobos, además de las importantes reservas naturales de madera de los pinares que por aquel entonces circundaban los alrededores.
Gracias a estos importantes ingresos económicos el monasterio fue engrandeciéndose con nuevas dependencias y aumentando los tesoros artísticos de todo tipo que albergó entre sus muros, entre los que destacaba un retablo de catorce tablas cuyas pinturas eran obra del monje fray Nicolás Borrás (1530-1610) que hoy en día se encuentran en el Museo de Bellas Artes de Valencia.
Nicolás Borrás. Sagrada familia con Santa Ana. Pintura sobre tabla, 201 x 137 cm. Museo de Bellas Artes de Valencia. (Foto: Google imágenes).
Sobre Nicolás Borrás, nacido en Cocentaina y de humildes orígenes, hemos de decir que antes de recibir las órdenes sacerdotales tuvo tiempo de formarse en Valencia en el taller de Juan de Juanes (importante pintor del Renacimiento español y nacido en Fuente la Higuera), de quien aprendió el arte de la pintura que siguió cultivando a la par de su actividad eclesial. Precisamente, trabajando en el monasterio de Cotalba, sintió la vocación monástica e ingresó en el mismo a los 45 años; siendo ya monje jerónimo pintó su retablo mayor (concluido en 1579) y otras pinturas para distintas dependencias. Su estilo monumental y devoto fue del gusto de la época y le proporcionó gran cantidad de encargos en iglesias y conventos, a los que pudo atender gracias a las dispensas concedidas por sus superiores del monasterio de San Jerónimo, principal beneficiario de los ingresos proporcionados por su ingente trabajo. Debido a ello, y a las numerosas concesiones que Borrás había hecho al monasterio, en 1601 la comunidad acordó celebrar cincuenta misas todos los años por su alma e incluirlo en la lista de los benefactores del monasterio.
En su construcción se mezclan varios estilos, desde el gótico, al renacentista, pasando por el mudéjar, del que es un buen exponente de este estilo el claustro. El inmueble integra las dependencias monásticas, las celdas, el refectorio, la sala capitular, dos claustros, capilla y otras salas propias.
Vista del lateral de la planta inferior del claustro. Consta de dos plantas y la inferior es considerada como un claro ejemplo del gótico mudéjar valenciano.
El siglo XIX trajo consigo la desamortización con el consiguiente abandono de los monjes y la dispersión de su patrimonio, una parte del cual está en el Museo de Bellas Artes de Valencia, aunque no todas sus obras expuestas al público, y otra parte se perdió durante la Guerra Civil, sobre todo la que fue a parar a las iglesias de los pueblos vecinos, como Lloc Nou de S. Jeroni, Palma de Gandía o la misma Gandía.
En 1843 fue adquirido por el banquero valenciano Tomás Trenor y Keating, patriarca de una famosa familia de origen irlandés, con una mentalidad exclusivamente comercial y agrícola que no impidió que sus descendientes la convirtieran en una finca de carácter señorial con lujoso mobiliario y antigüedades, recuperando piezas procedentes del antiguo monasterio y aportando otras.
Capilla de la Virgen de la Salud, patrona de Rótova y en honor de la cual celebran el primer día de sus fiestas patronales ( del 7 al 11 de septiembre). Adosado a sus muros se encuentra el sarcófago en piedra tallada de los hijos del duque Alfonso el Viejo, Juan y Blanca, importante muestra de escultura gótico funeraria valenciana.
Durante la Guerra Civil (1936-39) el edificio fue requisado a sus propietarios siendo convertido en hospital militar, sufriendo desperfectos en la ocupación, sobre todo en detalles escultóricos de las portadas.
En 1999 el Gobierno Valenciano declara Bien de Interés Cultural al monasterio y a su entorno, declarándolo no urbanizable por su gran valor paisajístico y agrícola. Tras seis siglos de historia, muchas veces accidentada, todavía se mantiene este monasterio en muy buenas condiciones, transportando al visitante a una época de esplendor de la Orden de los Jerónimos ya olvidada, pero cuyas huellas perviven entre las piedras de sus muros.
Por la junta local de cofradías, Rafael Pérez Gómez.
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