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Calle S.Antonio en la década de 1960. A la sombra del mediodía, la fuente ya desaparecida con tres mujeres que observan curiosas al fotógrafo. Frente a ellas el Forn del Rabal del que acaba de salir una parroquiana; lleva de la mano a un niño y con la otra transporta una posteta de pa.
Muchos aielenses recordamos con nostalgia el "Forn del Rabal", el último horno moruno de nuestro pueblo. Ubicado en la calle San Antonio, frente a la fuente de su mismo nombre. Esta empinada calle, antiguamente empedrada, ofrecía un aspecto rústico y medieval. La gente acudía a la fuente a por agua, pues solo unos cuantos privilegiados tenían agua en casa. Era muy romántico ver por las noches algunas parejas, paseando con el cántaro o botijo, entre susurros y algún pellizco.
Para recuerdo de los mayores y conocimiento de los jóvenes haremos un poco de historia, pues este horno, símbolo de una época, fue muy importante en la vida cotidiana de nuestros antepasados. Se llama horno moruno porque fueron los moros sus inventores, en Egipto estaban muy perfeccionados. Algunos historiadores los llaman romanos porque éstos los expandieron por todo el mediterráneo.
En la posesión del nuevo marqués de Malferit en 1.760, aparecen tres hornos de su propiedad, conocidos y situados en las siguientes calles: Horno Viejo, calle con su mismo nombre, hoy calle Hospital y Horno Nuevo, en la calle del Mesón, hoy Travesía Plaza del Palacio.
El tercer horno no se menciona la calle, pero si el nombre de quien lo regentaba, Joaquín Penadés, fleca con derecho a vender pan. No he podido conseguir la fecha de construcción de este horno.
En el Padrón Industrial de 1.879 aparecen ocho hornos de cocer pan sin venta, más cuatro tiendas de pan, todos estos hornos para una población de 2.969 habitantes. Uno de estos hornos, en la calle San Antonio, es el conocido "Forn del Rabal". Pertenecía a Lorenzo Requena Calabuig, abuelo materno de la familia Juan Requena, conocidos como "Els Organistas".
En las ordenanzas municipales de nuestro pueblo de 1881, su artículo n° 24 dice así: "El pan ha de llevar precisamente la marca del panadero al que pertenece, a fin de identificar la procedencia y poder exigir la responsabilidad". Las mujeres que amasaban también marcaban sus panes para que no se cambiasen con otros, lo mismo hacían con cazuelas y latas.
El Jueves Santo de 1.918, Enrique Juan Requena que contaba 11 años, se encontraba en el "Forn del Rabal", éste pertenecía a su madre Ignacia Requena Ortiz; se produjo un incendio causado por uno de los trabajadores que estaba fumando, en poco tiempo se propagaron las llamas por toda la casa, algunos hombres arrojaron cubos de agua sin conseguir apagarlo.
Enrique, futuro mártir, llevaba en el cuello un escapulario de la Virgen del Carmen, el cual, atándolo a una piedra, lo arrojó en medio de las llamas; en muy poco tiempo el fuego se extinguió ante la sorpresa de todos los presentes. Después de esto, un obrero que se encontraba limpiando el horno de escombros, halló el escapulario de tela enroscado en la piedra ennegrecida a causa de las llamas; sin embargo el escapulario se encontró intacto. Este escapulario lo conserva Adela, hermana de Enrique, como una reliquia.
Ximo y Carmen. El horno, anterior a 1879, pertenecía a la familia de "Els Organistas".En los años 30 lo alquiló su padre y en 1937,con 16 años, se incorpora Ximo al oficio. En 1968 lo compraron por 90.000 pesetas y estuvo funcionando hasta 1983, cuando se jubiló por enfermedad a los 62 años. Toda una vida frente a la boca del horno.
Hace unos días entrevisté a Joaquín Martínez Batallar y a su esposa Carmen Campos Penadés, conocidos por todos nosotros como Ximo y Carmen del "FORN DEL RABAL". Según me dice Ximo, sus padres alquilaron el horno a la familia Juan Requena, a principios de los años treinta. Él contaba entonces 16 años y ayudaba a su padre. Pagaban 25 céntimos de alquiler al día, el pago se efectuaba semanal.
"Els Organistas" no pagaban por cocer; esto formaba parte del contrato y era muy importante en esa época, pues se cocían muchas cosas en el horno todos los días, incluso los domingos.
La preparación de la "quema", era un duro y laborioso trabajo que se realizaba todos los días. Se llenaba el horno con leña, se quemaba y luego se barría todo hacia un lado, así quedaba listo para cocer. Había horneros como Ximo, que ellos mismos hacían la leña, ramas de la poda, árboles viejos, pino del monte, etc.
Existía la costumbre de llevar al horno de buena mañana las cosas que requerían el horno fuerte, a media mañana pan, cocas y latas diversas, al mediodía cazuelas y asados. Por la tarde que el horno estaba más suave bizcochos y cosas delicadas. Por la noche productos para la cena, cuando el horno flojeaba Ximo ponía algunas ramas para dar más calor.
Carmen solía hacer muchas cosas por encargo, midas de magdalenas, tartas de almendra, cocas de leche, cazuelas, etc. Ximo matiza que la época más dura fue la posguerra. Quemaba mucha leña para cocer los bollos de maíz, ésto requería el horno fuerte y las palas no duraban una semana.
Ximo atendiendo a su clientela. Con delantal a cuadros Filomena Sanz, "Cuernà", posa con una cassola para nueve que eran en casa. Ximo y Carmen cuando se jubilaron añoraban no solo el calor del horno sino el del trato cotidiano y entrañable con su gente.
El horno ha sido siempre un lugar de encuentro, cuando había un extra, boda, bautizo, comunión, etc., se ayudaban unas mujeres a otras. El pan lo amasaban en casa y lo llevaban a cocer al horno, también el panquemado. Cuando hacía mucho frío, las mujeres llevaban la masa al horno para que fermentara, pues la habitación que estaba sobre el horno, llamada "alcabo" da mucho calor. Existía un dicho popular en la época: "Las mujeres en el horno todas se quejan, unas porque no les viene y otras porque se les pasa", nos referimos a la masa.
Antiguamente se guisaba con el fuego de la chimenea, hornillos de carbón, etc., después vinieron las de serrín y gasóleo, más tarde llegaron los hornillos eléctricos y el butano; por último las modernas cocinas, con horno incorporado, que hoy disfrutamos. Con las nuevas tecnologías y la incorporación de la mujer al mundo laboral, los horneros han ido desapareciendo.
Ximo y Carmen compraron el horno en 1.968 a Pepita Juan Requena por 90.000 ptas., ese era el precio medio de una casa vieja en la época. Aquí pasó Ximo 46 años a la boca del horno, pues por enfermedad lo tuvo que dejar en 1.983 cuando contaba con 62 años. Él y Carmen pensaban jubilarse y vivir más tranquilos, luego notaban que les faltaba algo, pues el calor del horno y el contacto diario con la gente formaba parte muy entrañable de ellos mismos.
Junto con Ximo y Carmen, se jubiló y desapareció el "FORN DEL RABAL". Con este artículo quiero rendir un pequeño homenaje a las personas que igual como ellos, a la boca del horno, con este duro y sacrificado trabajo, hicieron más agradable la vida de los demás.
Ton¡ Barber. Aielo, mayo de 2002.
Publicado en el Libro de Fiestas del año 2002. Pies de fotos: Redacción del blog
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