.
General Fco. Javier Elio, Capitan General de Valencia y Murcia tras la retirada napoleónica. Reprimió duramente a bandidos y liberales; estos lo depusieron y encarcelaron tras el triunfo de la revolución de 1820 y fue condenado al garrote vil el 4 de septiembre de 1822. Bajo su mando fue fusilado el soldado de Ayelo José Juan el 11 de septiembre de 1817.
ARMENGOL JEFE DE UNA PARTIDA REALISTA DURANTE EL TRIENIO LIBERAL. LA MUERTE DEL CORONEL CRUCHAGA.
Después de seis años de guerra España estaba arruinada, vinieron entonces unos años en los cuales el rey Fernando VII volvió a reinar de forma absoluta tal y como lo habían hecho sus antepasados. Dado el estado del país se multiplicaron las partidas de bandoleros que actuaban por los montes robando a los viajeros. Cerca de Ayelo fue conocido uno de estos bandoleros al cual se le conocía por el nombre de Bascanella, su cuadrilla actuaba asaltando a los que transitaban por el camino real, y el paso del puerto de l'Olleria, refugiándose luego en las cuevas que existían en las cercanías de la ermita de San Juan Bautista(4).
Por aquellos años posteriores a la Guerra de la Independencia el capitán general de Valencia, Javier Elio, perseguía con crueldad y saña tanto al bandolerismo como a los liberales. Las ejecuciones públicas en la ciudad eran frecuentes, y tenemos que mencionar la ejecución de un soldado de Ayelo, José Juan, que fue fusilado el 11 de septiembre de 1817. Las causas las explica el propio DIARIO DE VALENCIA de ese mismo día:
Consejo de Guerra permanente de los reinos de Valencia y Murcia. Hoy a la hora acostumbrada se egecutará en el Mercado la sentencia de garrote impuesta por, este tribunal á los paisanos Vicente Garrido, natural de Alchorf, Francisco Valls, apodado Moreno de Agullente, y Domingo Albert y Lloret, ambos de Albaida; y á la misma hora entre las puertas de S. José y Cuarto la de ser pasados por las armas á los soldados Mariano Ximeno, natural de Adzeneta, y José Juan de Ayelo, todos del corregimiento de S. Felipe, por haber cometido en compañia de Onofre Navarro, y el Fraret de Agres el robo de la venta de Cañaret, entendida también por la de Mogente, á cuyo dueño sentaron por seis veces sobre el gran fuego que había en la cocina, con desnudez de la parte.
Valencia 11 de septiembre de 1817.
Rafael del Riego y Núñez (1785-1823). En 1808 tomó parte en el alzamiento contra los franceses, siendo hecho prisionero. A su regreso, fue ascendido a comandante. El día 1 de enero de 1820 capitaneó en Cabezas de San Juan el pronunciamiento que dio lugar al Trienio Liberal. Fue capitán general de Galicia y de Aragón, así como diputado en Cortes. Luchó contra el Ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis, y fue derrotado y ahorcado por traidor en la plaza de la Cebada de Madrid el 7 de noviembre de 1823.
Hubo durante estos años algunas conspiraciones liberales que fracasaron, pero en enero de 1820 el pronunciamiento del entonces comandante Rafael del Riego, que sublevó su regimiento en Cabezas de San Juan, y del coronel Quiroga que hizo lo propio con los regimientos de España y de la Corona de guarnición en Alcalá de los Gazules, sí que tuvo éxito al unírseles otras unidades militares. Fernando VII se vio obligado a proclamar el llamado código inmortal de 1812, y a reunir las Cortes el 6 de marzo de ese año. Se iniciaba el llamado Trienio Liberal.
Los primeros meses de 1820 fueron de exaltación de la Constitución de 1812. No obstante los llamados realistas o partidarios del poder absoluto del rey, y por lo tanto contrarios a la Constitución, pronto empezaron a conspirar, sabiendo además que contaban con la simpatía del rey. El 9 de julio de este año de 1820 estalló una primera conjura realista en Zaragoza que pudo ser fácilmente desbaratada; estos, los realistas o absolutistas, a imitación de liberales y masones, constituyeron sociedades secretas como la que llevaba por nombre «El Angel Exterminador», o la llamada «La Concepción», las cuales conspiraban activamente.
Llegados a este punto, tenemos que volver a ver que hacía o donde estaba Armengol por entonces. Como hemos dicho, después de la Guerra de la Independencia continuó de soldado en el reino de Valencia y Murcia, aunque desconocemos en que unidad militar. Cuando llegó el Trienio Liberal debió de cometer algún acto de insubordinación u otro delito de los contemplados en el fuero militar (5), pues el caso es que no pierde la condición de tal, aunque se le obliga a salir del reino de Valencia y Murcia. Decide entonces ir a Madrid, pero bien fuera porque se hizo sospechoso de conspirar o por lo que fuera también se le mandó salir de la capital y corte y no volver. Armengol se traslada entonces a Navarra, y en la ciudad de Pamplona consta como soldado de los llamados de resguardo en el año 1821.
Ante el comportamiento del rey Fernando VII y las conspiraciones realistas, la política de los liberales durante el Trienio se fue exaltando. En el sur de Francia estaban refugiados numerosos partidarios del poder absoluto del rey, incluso habían nombrado un Consejo de Regencia, el cual había permanecido primero en la villa de la Seo de Urgel, y luego sus componentes y partidarios se habían refugiado en Francia. Finalmente, por mayo y abril de 1822 tiene lugar una insurrección bastante generalizada en España levantándose numerosas partidas realistas, como por ejemplo la del feroz ex-fraile apodado «el Trapense» que actuaba en Cataluña, la del bandido realista «Jaime el Barbudo» que lo hacia por Murcia y sur de Alicante; y en Navarra se levantaron las del coronel Santos Ladrón, Uganda, o el general Quesada. Los militares liberales, por su parte, se aprestaron a perseguir estas partidas, era casi una guerra civil.
Jaime Alonso, "El Barbudo". Nacido en 1783 en Crevillent, actuó en las montañas de Alicante, Murcia y Albacete. Durante la invasión napoleónica luchó contra los franceses y fue indultado por ello, pero volvió de nuevo al monte. Durante el Trienio Liberal colaboró con los realistas convirtiéndose en un héroe. Traicionado con la promesa de un indulto fue ahorcado el 5 de julio de 1824. Acuarela de Julio Quesada (Museo Julio Quesada de Crevillent).
Armengol es uno de los primeros en conspirar en Pamplona siendo soldado del resguardo como hemos dicho, y pronto se une a la insurrección. Fracasada ésta en la ciudad se refugia en el sur de Francia en donde continúa conspirando activamente y crea una partida de realistas con el fin de introducirse en España y actuar por los montes navarros. Sabe que el refugio en Francia lo tiene seguro, ya que el gobierno del rey Luis XVIII, (también las principales monarquías europeas), era contrario a la política cada vez más exaltada de los liberales en España, pues con la misma veía amenazado el trono del rey Fernando VII.
El jefe político de Navarra pronto tiene noticias de las correrías de la partida del cabecilla Armengol, el cual ha pasado desde Francia con su partida por el mes de abril de este año 1822. Una de sus acciones, de las que se tuvo conocimiento,fue en el pueblecito navarro de Mendinueta en el valle de Izagaondoa a media legua de la villa de Urroz, a legua y media de Aoiz, y a tres leguas y media de Pamplona.
El despoblado de Mendinueta en la actualidad. Hasta los años 60 estuvo habitado y ahora forma parte de una finca particular. El 28 de abril de 1822 la partida realista que mandaba nuestro antiguo paisano asaltó su casa abadía y huyó después hacia Francia por los pasos de montañas, ocultándose de las tropas del coronel Cruchaga que andaban en su busca.
Mendinueta era una aldea que por entonces tenía unos 39 habitantes (6), tenía una parroquia que era aneja de Lizarraga, y también una ermita. Cerca de la iglesia se veía un antiquísimo torreón, y los restos del antiguo e histórico castillo de Legun. Hacia la parte del norte y este había un monte poblado de robles, bojes y otros arbustos. Por el camino de este monte que conduce a la villa de Urroz debió de llegar la partida de Armengol sobre el 28 de abril. Probablemente sus hombres estaban cansados y necesitaban víveres; a la vista del caserío de Mendinueta, Armengol decidió bajar del monte para aprovisionarse. La aldea tenía muy pocas casas, y todo lo más algún vecino, o algún miembro de la llamada Milicia Nacional podían tener alguna escopeta en su casa, así que Armengol no debió de ver ningún peligro en llegar hasta la aldea. Una vez en su calle principal, en donde se agrupaban las pocas casas que tenía, Armengol y sus hombres entraron en la que, quizá, era la casa más destacada: la casa-abadía; y una vez dentro amenazaron al cura y posteriormente le robaron. Una vez aprovisionados picaron espuelas a sus caballos en dirección al monte, y Armengol, como temía ser perseguido ordenó que marcharan de nuevo hacia la frontera de Francia que distaba tan sólo unas seis leguas de distancia, pero eso sí, a través de escarpados montes.
En efecto, Armengol tenía motivos para sentir el peligro pues ya había columnas de soldados liberales por aquellos montes en persecución de partidas como la suya. Una de estas está mandada por el coronel Cruchaga.
El coronel Juan José Cruchaga había nacido en Urrainqui (Navarra) en 1790. Como Armengol también había sido guerrillero en la Guerra de la Independencia estando a las órdenes del famoso Espoz y Mina, y llegando al grado de comandante de uno de los bizarros batallones que se enfrentaron a las tropas francesas (su hermano Gregorio también había sido un héroe de la Guerra de la Independencia, en una de cuyas acciones murió por las heridas recibidas). La acción más destacada del entonces ya teniente coronel Cruchaga fue en las cercanías de Barbastro en 1813, pues en ella derrotó con su batallón a una tropa francesa de 2.700 infantes y 300 caballos que habían salido de Zaragoza. Posteriormente, el 11 de marzo de 1820 contribuyó eficazmente en Málaga al restablecimiento de la Constitución en los inicios del Trienio Liberal, y en diciembre de 1821 sofocó el levantamiento faccioso en Navarra y continuó la lucha contra las partidas en los montes navarros por orden del gobierno. Mandaba entonces el regimiento de Lusitania, 8º de caballería ligera, y fatales circunstancias para él iban a hacer que se cruzara con Armengol y su partida como ahora veremos.
A principios del mes de mayo de este año 1822 Armengol y su partida formada por 14 voluntarios realistas había pasado de nuevo la línea de Francia con España adentrándose en las montañas de los Pirineos Navarros. Por su parte el coronel Cruchaga, y la tropa que le acompañaba, recorría las aldeas del valle de Urraul Bajo pertenecientes a la merindad de Sangüesa, y arciprestazgo de Ibargoiti. El día 13 de mayo estaba el coronel cerca de la aldea de Nardúes y decidió hacer un descanso; para ello debió de entrevistarse con su alcalde, el cual le proporcionó una casa de la aldea para que en ella tuviera su cuartel y pudiera descansar. El coronel también tenía organizada a su tropa en partidas con el fin de tener mayor eficacia en su misión de perseguir a los realistas.
Iglesia de S. Martín en Nardúes. Actualmente es uno de los concejos/lugares que componen el municipio de Urraúl Bajo. El 13 de mayo de 1822 la partida de Armengol asaltó la aldea y en la refriega murió el coronel Cruchaga, jefe de las tropas liberales que andaban en su búsqueda.
La aldea de Nardúes tenía por entonces unos 47 habitantes, un caserío recogido en una calle mal empedrada, y una iglesia parroquial dedicada a San Martín servida por un párroco. Situada en terreno llano distaba de Arielz tan sólo media legua por un camino hacia el este; hacia el sur quedaba el cementerio, y siguiendo por el camino del mismo a media legua estaba la aldea de Ripodas; ya a más distancia hacia el oeste quedaba la villa de Artieda. Hacia el norte tenía un monte muy elevado y áspero que dividía este valle del de Urraul Alto. Por este monte debía de estar la partida de Armengol aquel fatal día 13 de mayo.
El coronel Cruchaga dio las órdenes correspondientes a sus soldados, los cuales parece ser que salieron para inspeccionar las cercanías quizá porque el coronel había recibido aviso de que alguna partida de las que perseguía andaba por allí. De forma imprudente, pues tan sólo quedaron con él uno de sus ayudantes llamado Molero y dos ordenanzas, el coronel se dispuso a descansar en una habitación de la casa.
Posiblemente Armengol observó desde el monte los movimientos de la tropa y su salida, así que no dudo que si actuaba con rapidez podía atacar al coronel que había quedado con muy poca guardia. Eran las doce del mediodía cuando, una vez en la aldea Armengol y su partida, asaltaron la casa en donde descansaba el coronel Cruchaga, de tal forma que llegando a la habitación que ocupaba el coronel le hicieron una descarga que lo mató, quedando el ayudante y los dos ordenanzas desarmados y prisioneros; luego despojaron el cadáver del coronel de cuanto tenía, y con los prisioneros, sus caballos, ¡ncluido el del coronel, y las armas de éste, se dirigieron monte arriba perdiéndose por aquellas escarpaduras en dirección a Francia.
Cuando la tropa llegó a la aldea salió en su persecución, pero ya Armengol había puesto algunas leguas de por medio y pronto llegó a la línea fronteriza, solicitando refugio para él y sus hombres en la localidad de Aldudes. Allí fueron recibidos en efecto, aunque tuvieron que hacer entrega de los prisioneros, de las armas y de los caballos, los cuales quedaron en depósito a cargo del comandante del puesto militar que era el jefe del batallón del Regimiento 38 de Línea (Francia tenía mucha tropa dispuesta a lo largo de la frontera con España); pasando mientras tanto él y sus hombres al lazareto de aquella villa francesa para la cuarentena obligada, pues, por entonces, había epidemia de Fiebre Amarilla en el norte de España.
A todo esto, el alcalde de Nardúes envió con urgencia un escrito al jefe político de la provincia de Pamplona, escrito que llegó a su destino a las cinco de la mañana del día siguiente 14 de mayo. En él explicaba lo sucedido y las circunstancias de la muerte del coronel Cruchaga, el cual era muy conocido en Pamplona por todas las razones que antes hemos dicho. Por su parte el Jefe político informó de todo al ministro de la gobernación que era José María Moscoso y Altamira, y éste a su vez lo comunicó (fecha de 23 de mayo) al secretario de Estado y presidente del gobierno Francisco Martínez de la Rosa. Moscoso y Altamira añadía en su informe alabanzas para el coronel Cruchaga, pues decía que:
Esta noticia ha llenado de aflición á todos los verdaderos españoles que miraban al coronel Cruchaga como de los más distinguidos apoyos de sus libertades, en cuyo elogio resta decir que á fuerza de heroísmo supo adquirirse nombre y condecoraciones en la guerra de la Independencia.
Fco. Martínez de la Rosa (1787-1862). Poeta, dramaturgo y político, fue diputado en las cortes de Cádiz y encarcelado tras el regreso de Fernando VII. Recuperó la libertad durante el Trienio Liberal y como líder de los liberales moderados encabezó el gobierno en 1822 durante 6 meses. Se exilió en Francia durante la Década Ominosa (1823-1833) y volvió con la regencia de Maria Cristina para formar gobierno en 1834-1835. Posteriormente fue embajador en París y Roma, presidente del Consejo de Estado, ministro y presidente del Congreso.
Ante esto, y teniendo la certeza de que Armengol se había refugiado en Francia, Martínez de la Rosa envió una real orden (fecha 23 de mayo) al entonces embajador español en Francia, o, como se llamaba entonces, ministro plenipotenciario de S. M., que era el marqués de Casa Irujo, para que reclamara al gobierno francés la entrega del cabecilla Armengol. Así lo hizo el embajador (fecha 3 de junio) informando de todos los antecedentes al ministre des affaires étrangères el Vizconde de Montmorency, e invocando el artículo 3ºde la convención entre Francia y España firmada en 1765, insistiendo en que no se trataba de un refugiado político. El ministro francés se limitó a entregar una nota en la que se comprometía a averiguar todo lo referente al asunto.
En las localidades del sur de Francia había muchos realistas refugiados, y también espías del gobierno español, de tal forma que pronto comenzaron a llegar al jefe político de Pamplona informaciones reservadas sobre los movimientos de Armengol; y así, mientras el embajador tenía la anterior entrevista, éste, el jefe político, recibió la información de que Armengol, tras pasar los días de cuarentena en la villa de Aldudes, se había trasladado a la de Pau, lo cual transmitió al ministro de la gobernación con fecha de 27 de mayo, y el ministro lo comunicó a Martínez de la Rosa en nota fechada en Aranjuez el 1º de junio. Pasaron los días y el gobierno francés no tomaba ninguna iniciativa, así que Martínez de la Rosa envió un nuevo oficio al embajador (fecha 16 de junio) en el cual le transmitía que el gobierno de su majestad no había quedado satisfecho con la nota del ministro francés, y que así se lo hiciera saber el embajador español. Cumplió el marqués de Casa Irujo con el deseo del gobierno español concertando una nueva reunión con el Vizconde de Monimorency días después, el día 28 de junio. En esta reunión el Vizconde le comunicó que se habían dado órdenes para el arresto de Armengol, pero que, hasta ese momento, no habían podido dar con él, y se creía ya no estuviera en Francia.
En efecto, Armengol ya no estaba en la villa de Aldudes, pues también a Martínez de la Rosa le había llegado la información confidencial de que se encontraba en Burdeos, lo cual fue transmitido urgentemente al embajador y, éste, se apresuró a comunicarlo al ministro francés (fecha 9 de julio). No obstante pasaron los días de aquel mes de julio sin que el gobierno francés se decidiera a hacer nada sobre el asunto. Por lo que respectaba al caballo y armas del coronel, y de los dos ordenanzas (nada se dice del ayudante llamado Molero, y es posible que se sospechara de él, o que se hubiera pasado al bando realista), el embajador español informó (nota del 21 dejulio) que permanecían todavía en depósito en el puesto militar francés. Con la misma fecha se le escribió de nuevo desde la secretaria de Estado para que se reclamaran estas armas y caballos con el fin de ser devueltos a España.
Mientras tanto, el 7 de julio había tenido lugar en Madrid una insurrección militar que fue sofocada por la lealtad de algunos miltares fieles al gobierno, y por la acción de defensa de la Milicia Nacional. Los ánimos entre los liberales estaban muy exacerbados, más cuando se sabía que el rey andaba detrás de aquellas intentonas de los realistas. Francisco Martínez de la Rosa había presentado su dimisión al frente del gobierno, pero no fue hasta el 7 de agosto cuando se hizo efectiva, siendo sustituido por un gabinete presidido por Evaristo San Miguel de tendencia liberal más exaltada. Al rey se le vigilaba, y de hecho se le habían prohibido algunas de sus actividades. Ante esta situación, los embajadores de las naciones europeas que formaban la llamada Santa Alianza (se reunieron en la ciudad de Verona, para tratar de defender en Europa la estabilidad de las monarquías y de la relígión frente a los intentos revolucionarios), enviaron al gobierno español una nota bastante amenazadora que incluía la posibilidad de intervención en España.
Por estas mismas fechas Armengol seguía conspirando en el sur de Francia. El mismo 7 de agosto, fecha de toma de posesión del nuevo gobierno, el embajador español en Francia, que todavía era el marqués de Casa Irujo, enviaba una nueva nota a la secretaria de Estado. En ella decía que desde su anterior escrito no había perdido tiempo y había presentado al ministro de la guerra francés la demanda sobre los caballos y armas del coronel Cruchaga y de los dos ordenanzas; en el ministerio le informaron, sin embargo, que por los confidentes se tenían noticias de que Armengol estaba en Burdeos el 29 de, junio, y que llevaba consigo el caballo del Coronel, por lo cual se había llegado tarde a las demandas presentadas, respecto a las armas sí que se consiguió que fueran devueltas a España.
El gobierno de Evaristo San Miguel sustituyó al marqués de Casa Irujo (político más bien moderado que, incluso fue nombrado poco después por Fernando VII secretario de Estado), y en su lugar nombró como embajador al duque de San Lorenzo (Lorenzo Fernández de Villavicencio). Ya con el nuevo embajador Evaristo San Miguel le envió una nota el 20 de noviembre para que, enérgicamente, volviera una vez más a reclamar la entrega de Armengol. El duque de San Lorenzo hizo la gestión, y el 17 de diciembre informaba de que en el ministerio francés le habían respondido que Armengol había tomado la fuga y que no se sabía su paradero, no obstante, seguía el embajador, él le había contestado al ministro francés que era público que el cabecilla se hallaba en Burdeos, en donde no dejaba de conspirar contra la patria, respondiéndole el ministro francés que las últimas averiguaciones daban como resultado la certeza de que Armengol ya no estaba en territorio francés, y por todo ello, concluía el embajador español, se veía que el gobierno francés había eludido constantemente todas las reclamaciones del gobierno español, y que ya nada se adelantaría en continuarlas.
Evaristo San Miguel y Valledor (1785-1862). Destacado militar liberal. En 1820 se une al pronunciamiento de Riego y en Madrid ocupa diversos puestos en el Ministerio de la Guerra siendo miembro del Gabinete entre agosto de 1822 y marzo de 1823. Exiliado tras la vuelta de Fernando VII, regresó en 1834 y se unió a la causa liberal. Participó activamente en la 1ª Guerra Carlista y después fue diputado a Cortes y Ministro de la Guerra durante la regencia de Espartero.
Aquí terminan el intercambio de notas y oficios entre el gobierno español y el embajador en Francia, y éste con el ministro francés sobre el asunto de Armengol. ¿Qué pasó luego?, pues es fácil adivinar que Armengol continuó conspirando activamente, mediante el reclutamiento de partidarios realistas, y que volvería a entrar en España en donde, entre otros, el general Espoz y Mina en Cataluña, y Torrijos en Navarra continuaban combatiendo a las partidas realistas.
A principios de 1823 los gobiernos de las naciones europeas que formaban la Santa Alianza decidieron que se debía actuar en España, encargando al gobierno francés del rey Luis XVIII que organizara un ejército el cual penetraría en territorio español para tratar de dar estabilidad a la monarquía de Fernando VII. Así pues, el mariscal Victor (que ya había estado en España durante la Guerra de la Independencia) organizó un ejército de 100.000 soldados que dividido en cinco cuerpos dispuso a cumplir esta misión.
Mientras tanto las Cortes Extraordinarias cerraban sus tareas en Madrid el 19 de febrero, y dada la situación de una inminente invasión y que la capital no era muy defendible, se decidió trasladar las mismas a Andalucía y que les acompañara el Rey, el cual aceptó con la sensación de ir prisionero.
El 2 de abril el duque de Angulema, encargado de dirigir las operaciones militares en España, expedía en Bayona una proclama sobre las intenciones de la intervención, en la cual, con buenas palabras sobre la amistad con el pueblo español, justificaba la misma por el estado de desorden reinante en el país, y en defensa del Altar y del Trono. Pocos días después, el 7 de abril, cruzaba el Bidasoa el primer cuerpo francés.
Es casi seguro que Armengol intervino, como otras partidas realistas, en acciones militares, entrando en las poblaciones antes incluso que las tropas francesas. En esta campaña no ocurrió lo mismo que en la de la Guerra de la Independencia, pues ahora las clases populares y la gran mayoría de los eclesiásticos recibían a las tropas francesas como liberadoras del rey Fernando VII, y de ahí que apenas hubo resistencia militar a la invasión en un país, además, de hecho ya en guerra civil, y sólo algunos militares liberales como Espoz y Mina trataron de oponerse al avance de las tropas francesas y milicias realistas.
Los diputados se retiraron a Cádiz llevando al Rey, pero dada la situación tuvieron que liberarle el 30 de septiembre de 1823, siendo recibido, rodilla en tierra, por el duque de Angulema en el puerto de Santa María. No tardó el rey en dictar las primeras disposiciones en contra de los liberales, y en toda España se desató una persecución cruel contra todos los que se habían destacado como tales. Tres días antes se había rendido Pamplona, e igualmente otras ciudades que todavía no lo habían hecho, la última Alicante el 12 de noviembre.
Grabado de la época que representa al duque de Angulema entrando en el Puerto de Sta María el 16 de Agosto de 1823. Biblioteca Nacional (Madrid). El duque encabezaba a los Cien Mil Hijos de S. Luis, un ejército enviado por Francia a España para ayudar a Fernando VII a restablecer la monarquía absoluta. Este ejército apenas tuvo resistencia, salvo en Cádiz, que fue sitiada y bombardeada, teniendo que pactar para tomar la ciudad.
A MODO DE EPILOGO.
Comenzó en España una época caracterizada por la persecución política de cualquier idea liberal, hasta el punto de que era suficiente haber gritado: «¡muera el Rey!, o ¡viva la Constitución!», para ser reo de muerte y ser ejecutado a garrote vil en alguna plaza pública. Los nuevos ayuntamientos se apresuraron a felicitar al rey por haber sido liberado, y a su vez el rey se dispuso a premiar a sus fieles. Respecto a los realistas que habían tomado las armas, se dieron por entonces reales órdenes con el fin de desarmar a las milicias, licenciando también a lo poco que quedaba del ejército, todo con la intención de reorganizar el mismo teniendo como base las antiguas partidas y milicias realistas.
El 9 de agosto de 1824 se publicó un decreto de S. M.(10) en el cual, el Rey, creaba una condecoración para distinguir a aquellos que habían luchado con las armas en la mano en defensa del Trono, a los cuales se les concedería una cruz de "fidelidad militar ". Según el decreto, los expedientes de todos los que se creyeran merecedores a este honor serían valorados por una junta calificadora; y para graduar los méritos se dividirían tres períodos o épocas según el comienzo en el que se habían tomado las armas en defensa del trono, la primera desde el 7 de marzo de 1820 hasta el 30 de junio de 1822, la segunda desde el 1º de julio de 1822 hasta el fin de febrero de 1823, y la última desde el 1º de marzo de 1823 hasta el 1º de mayo de 1823.
Armengol debió de enviar el memorial correspondiente narrando sus actividades como realista, y que, dado el comienzo de las mismas (anteriores al 30 de junio de 1822), estaba incluido en la primera época del anterior decreto. Por este motivo le fue concedida la condecoración que expresaba en su escrito de 1826 que ya hemos citado. Además, los condecorados conservarían dos empleos o grados militares si probaban en debida forma el haberlos obtenido, y podrían proponer al Rey un grado más todos aquellos que se consideraran acreedores a méritos extraordinarios. Ya hemos visto que Armengol dice que es capitán de infantería, y esto es, posiblemente, como consecuencia del ascenso contemplado en este decreto.
Él mismo dice que la condecoración que le fue concedida era la «Orden Real de la Legión de Honor», la cual, según el decreto consistiría en una cruz de la figura de la Real y Militar Orden de S. Fernando, y tenía en el anverso y alrededor de la cruz del centro el emblema: «El Rey á la fidelidad militar», y en el reverso, para los de la primera época, el emblema: «Fernando VII á los defensores de la Religión y el Trono en grado heroico y eminente». Su centro sería blanco, y sobre él iría la cruz de llama roja, y los brazos con llama o rayos de color de oro, y al reverso las Reales Armas. Los que tuvieran el grado de jefes la llevarían de oro, los oficiales de plata, y los demás de metal; así que la de Armengol sería de plata. Los condecorados, continuaba el decreto, llevarían la cruz pendiente del cuello en el extremo de una cinta con los colores de la Real Bandera, divididos como ella en tres partes iguales, el centro amarillo, y encarnados los dos laterales.
En el escrito de Armengol de 1826, cuando acaban de concederle la condecoración y el grado de capitán, vemos que está fechado en Pamplona, y ofrece sus servicios al Vizconde de Saintmars, que era mariscal de campo, secretario general de la «Orden Real de la Legión de Honor», y que además, en la fecha del escrito de Armengol, capitán general de Aragón. ¿Qué fue, a partir de aquí, de Armengol?, pues no lo sabemos, pero dado su carácter de hombre de acción, posiblemente intervino en la Primera Guerra Carlista que comenzó pocos años después, y cuyas acciones principales tuvieron lugar en Navarra, Aragón, Cataluña, y Valencia.
Respecto a la condecoración, quien sabe si todavía la tendrán sus descendientes en alguna cajita de esas del siglo XIX, en el fondo de algún arcón.
Fernando Goberna.Artículo publicado en el Libro de Fiestas de 1997. Fotos y pies de foto: Redacción del Blog.
NOTAS:
(4) Conozco este dato por Marisol Llixiona Belda que lo oyó decir a sus antepasados (su familia fue propietaria de las tierras cercanas a la ermita).
(5) Sobre los delitos y el fuero militar de la época véase la obra de Félix Colón de Larriátegui: JUZGADOS MILITARES DE ESPAÑA Y SUS INDIAS, Madrid, imprenta de Repulles, 1817, tomo 1.
(6) Sobre esto véase la obra de Sebastián Miñano: Diccionario geográfico Estadístico de España y Portugal, Madrid, 1827, t. VI, p. 7. Y también el conocido por el «Madoz», Madrid, 1849, t. XI. p. 374 - 5.
(7) Sobre el coronel Cruchaga véase la: Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, Espasa-Calpe S. A., 1976, t. XVI, p. 583. También el: Diccionario Biográfico del Trienio Liberal, dirigido y redactado por Alberto Gil Novales, Madrid, ediciones El Museo Universal, 1991, p. 162.
(8) Sobre la aldea de Nardúes en esta época véase la obra citada anteriormente de Sebastián Miñano: Diccionario Geográfico .... Madrid, 1827, tomo VI, p.212. Y también el «Madoz», Madrid, 1849, tomo XII, p. 29.
(9) Esta documentación diplomática está en el legajo anteriormente citado en el Archivo Histórico Nacional.
(10) Véase: Decretos del Rey Nuestro Señor Don Fernando VII y Reales Ordenes, Resoluciones y reglamentos Generales expedidos por la Secretaria del Despacho Universal y Consejos de S. M.. Desde 12 de Julio hasta fin de Diciembre de 1824., Madrid, en la Imprenta Real, 1825, tomo nono, pp. 127 - 138.
No hay comentarios:
Publicar un comentario