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Los Tercios españoles luchando en la batalla de Lepanto
SU MUERTE HEROICA EN LA FORTALEZA DE JUNES DOS AÑOS DESPUÉS DE LA BATALLA DE LEPANTO.
El primero de mayo de ese mismo año de la victoria de Lepanto murió el papa Pío V sucediéndole en el pontificado el papa Gregorio XIII, el cual continuará auspiciando esta unión de los estados católicos en su lucha contra el islam aunque no de manera tan decidida como su predecesor.
El grueso de la flota continuó en Mesina hasta el año siguiente, 1572, en el cual, el 7 de julio, ciento cuarenta galeras de las que estaban a las órdenes de Marco Antonio Colonna salieron a la mar otra vez para tratar de encontrar la escuadra turca, rehecha después de la batalla de Lepanto, la cual, al mando de Euldj Alí se encontraba por el sudeste del Peloponeso. A bordo de una de estas galeras iba Cervantes ya recuperado, en parte, de sus heridas, ¿también Pedro de Malferit?, no lo puedo asegurar aunque cabe esa posibilidad. En Modón se les unió D. Juan de Austria con 65 galeras, el cual había recibido la autorización del rey Felipe II una vez tuvo noticias de las victorias del duque de Alba en los Países Bajos. Avistada, en efecto donde pensaban, la escuadra turca, el plan era bloquearla en el golfo de Navarino, pero este plan fracasó por la tardanza en llevar a cabo el bloqueo y por las fuertes lluvias otoñales que acontecieron por entonces. La inminente llegada del invierno hizo, además, que D. Juan de Austria decidiera que la escuadra se retirara de nuevo a sus refugios en Italia, y así, el 29 de octubre Colonna mandó a sus barcos poner rumbo a Civitavecchia, y D. Juan de Austria a Mesina. La intención era volver a intentar la empresa en la primavera del siguiente año 1573.
Selim II (1524-1574). Sultán del Imperio Otomano desde 1566 hasta su muerte, meses después de recuperar Túnez
Cuando llegó la primavera de ese año, los barcos de la Santa Liga, es decir la escuadra Española, la del Papa y los de la Serenísima, se citaron en Corfú el 15 de abril para la nueva campaña contra la escuadra turca, pero, por sorpresa, Venecia firmó en secreto, y por separado, un acuerdo de paz con el sultán Selim II a cambio de cederle la isla de Chipre. Queda así rota la Santa Liga y, por lo tanto, el plan de atacar a la escuadra turca.
Es entonces cuando el rey Felipe II, de común acuerdo con D. Juan de Austria, tomó la decisión de atacar a los turcos en sus posesiones de la costa berberisca. El objetivo era la conquista de la ciudad de Túnez para ayudar a que, un vasallo fiel, Muley Mohamet, recuperara el poder que le había arrebatado hacía unos años Euldj Alí, dejando, además, tropas españolas en el fuerte de la Goleta y, cuando fuera oportuno, asestar desde allí un golpe definitivo a la Berbería en la ciudad de Árgel. Este era al menos el plan de D. Juan de Austria porque Felipe II, mucho más prudente, era de la opinión de restituir en el poder a Muley Mohamet pero sin dejar tropas españolas y destruyendo la fortificación de la Goleta de tal manera que fuera una ciudad fácil de atacar en caso necesario.
Vista de la ciudad de Túnez en la primera mitad del siglo XVI.
En Mesina estaba ya preparada, a finales del mes de septiembre de este año de 1573, una escuadra de ciento setenta navíos a bordo de los cuales irían veinte mil soldados, entre ellos Cervantes y, ahora sí puedo decirlo con absoluta seguridad, D. Pedro de Malferit. La escuadra puso rumbo a Túnez llegando allí en menos de una semana después de haber hecho escala en Palermo y Trapani. La campaña no pudo ir mejor pues desembarcaron el 8 de octubre y, sin tener que presentar batalla, los moros de Túnez les abrieron las puertas de la ciudad; poco después ocuparon también la cercana ciudad costera de Bizerta, y en total tomaron al enemigo unas 50 piezas de artillería y gran número de municiones y víveres que les serviría para reforzar la defensa de la ciudad de Túnez.
Dada la facilidad con que se había llevado a cabo la empresa D. Juan de Austria se afianzó en la creencia de que su plan era el adecuado, así que en los siguientes días dio las órdenes de mejorar las defensas del fuerte de la Goleta y nombró gobernador del mismo a D. Pedro de Portocarrero. También dispuso que, para ayudar en la defensa de la ciudad, se construyera otra fortaleza junto a un estanque que había en la ciudad de Túnez; este será el fuerte de Junes. Para dirigir las obras de su construcción designó a un ingeniero italiano, Gabrio Cervelloni, con las indicaciones de que debería ser capaz de albergar 8.000 combatientes.
D. Juan de Austria (1547-1578), vencedor de Lepanto
El 24 de octubre D. Juan de Austria, al mando de la escuadra, puso rumbo de regreso a Italia, dejando de gobernador de Túnez a Muley Mohamet tal y como he dicho. También viajó de regreso Cervantes, y más de dos mil quinientos veteranos españoles, de aquellos que, según un historiador, hacían temblar la tierra con sus mosquetes; en cambio entre los que se quedaron para defender la nueva fortaleza que iba a empezar a construirse estaba D. Pedro de Malferit.
Durante los siguientes meses siguieron los trabajos para dicha construcción de la nueva fortaleza, obras que, una vez estuvieran terminadas, harían de la ciudad de Túnez una ciudad inexpugnable. Pero cuán equivocados estaban pues con la llegada del buen tiempo el terrible Euldj Alí preparó en Constantinopla una formidable escuadra formada por 230 galeras, 30 galeones y 40 bajeles de carga, a bordo de los cuales iban unos 40.000 combatientes al mando de Sinan Bajá, y entre ellos 7.000 jenízaros, y lamentablemente entre las operaciones llevadas a cabo por esta escuadra durante ese verano de 1574 estuvo la de Túnez.
Mosquetero y arcabucero de los tercios españoles en el siglo XVI
A principios de julio, en efecto, dicha escuadra estaba ya frente a la costa de la Berbería sin haber dado tiempo a terminar la fortaleza de Junes. Los defensores de la Goleta y de esta fortaleza de Junes sabían que no podrían contar con la ayuda naval de una escuadra cristiana, entre otras cosas porque D. Juan de Austria no tendría tiempo de prepararla y llegar allí desde Italia. Lo que pasó a continuación el propio Cervantes lo narró mejor que nadie, aunque afortunadamente él no estuviera presente en tan sangrientas batallas como tuvieron lugar allí en los siguientes meses. Dice Cervantes:
Perdióse en fin la Goleta, perdióse el Fuerte, sobre las quales plazas hubo soldados Turcos pagados setenta y cinco mil, y de Moros y Alárabes de toda África, mas de quatrocientos mil, acompañado este gran número de gentes con tantas municiones y pertrechos de guerra, y con tantos gastadores, que con las manos, á puñados de tierra, pudieran cubrir la Goleta y el Fuerte. Perdióse primero la Goleta, tenida hasta entónces por inexpugnable, y no se perdió por culpa de sus defensores , los quales hiciéron en su defensa todo aquello que debían y podían, sino porque la experiencia mostró la facilidad con que se podían levantar trincheras en aquella desierta arena, porque á dos palmos se hallaba agua y los Turcos no la halláron á dos varas, y así con muchos sacos de arena levantáron las trincheras tan altas, que sobrepujaron las murallas de la Fuerza, y tirándoles á caballero ninguno podía parar, ni asistir á la defensa. Fue comun opinion, que no se habían de encerrar los nuestros en la Goleta, sino esperar en campaña al desembarcadero, y los que esto dicen hablan de léxos y con poca experiencia de casos semejantes, porque si en la Goleta y en el Fuerte apénas había siete mil soldados ¿como podía tan poco número, aunque mas esforzados fuesen, salir á la campaña, y quedar en las fuerzas contra tanto como era el de los enemigos?. Y como es posible dexar de perderse Fuerza que no es socorrida, y mas quando la cercan enemigos muchos y porfiados, y en su mesma tierra?. Pero á muchos les pareció, y así me parecía a mí, que fué particular gracia y merced que el Cielo hizo a España, en permitir que se asolase aquella oficina y capa de maldades, y aquella gomia, ó esponja y polilla de la infinidad de dineros que allí sin provecho se gastaban, sin servir de otra cosa que de conservar la memoria de haberla ganado la felicísima del invectísimo Carlos V como si fuera menester para hacerla eterna, como lo es y será, que aquellas piedras la sustentaran. Perdióse tambien el Fuerte, pero fuéronle ganando los Turcos palmo a palmo, porque los soldados que lo defendían peleáron tan valerosa y fuertemente, que pasáron de veinte y dos asaltos generales que le diéron. Ninguno cautiváron sano de trescientos que quedaron vivos, señal cierta y clara de su esfuerzo y valor, y de lo bien que se habían defendido y guardado sus plazas. Rindióse á partido un pequeño Fuerte, ó torre que estaba en mitad del estaño á cargo de Don Juan Zanoguera, caballero valenciano y famoso soldado. Cautiváron á Don Pedro Puertocarrero General de la Goleta, el qual hizo quanto fué posible por defender su Fuerza, y sintió tanto el haberla perdido, que de pesar murió en el camino de Constantinopla, donde le llevaban cautivo. Cautiváron ansímesmo al General del Fuerte, que se llamaba Gabrio Cerbellon, caballero milanes, grande ingeniero y valentísimo soldado. Muriéron en estas dos Fuerzas muchas personas de cuenta, de las quales fue una Pagan de Oria, caballero del hábito de San Juan, de condicion generoso, como lo mostró su suma liberalidad, que usó con su hermano el famoso Juan Andrea de Oria, y lo que mas hizo lastimosa su muerte, fué haber muerto á manos de unos Alárabes, de quien se fió viendo ya perdido el Fuerte, que se ofreciéron de llevarle en hábito de Moro á Tabarca, que es un portezuelo, ó casa, que en aquellas riberas tienen los Ginoveses, que se exercitan en la pesquería del coral, los quales Alárabes le cortáron la cabeza y se la truxéron al General de la armada turquesca, el qua[ cumplió con ellos nuestro refran castellano: que aunque la traicion aplace, el traidor se aborrece: y así se dice, que mandó el General ahorcar á los que le truxéron el presente, porque no se le habían traído vivo.
Miguel de Cervantes: Don Quijote de la Mancha, capítulo XXXIX. Donde el Cautivo cuenta su vida y sucesos.
Fuerte de la Goleta en la ciudad de Túnez
También es muy interesante la descripción que de estos mismos hechos escribió nuestro paisano José Ortiz y Sanz en la referida obra sobre la historia de España, ya que había leído los pocos relatos existentes escritos por testigos presenciales. Dice Ortiz y Sanz:
En primavera de 1574 se verificó la venida del turco, con objeto de recobrar á Tunez, la Goleta y Viserta. No le era dificil, teniendo escuadra suficiente, y en ella cincuenta mil soldados, y estando aquellas plazas mal defendidas, y á medio construir el castillo de Tunez. Cuando la armada turca llegó á la Goleta, ya la regencia de Argel con otros auxiliares la tenían atrincherada. En el momento comenzó los combates, y abierta brecha practicable, tentaron el asalto dia 20 de agosto. Fueron rechazados: pero le repitieron el 25 con tal obstinacion, que faltó la resistencia, y ocuparon la plaza, pasando á cuchillo á los heridos y cautivando á los otros con su comandante don Pedro Portocarrero. La pena de este valiente soldado fué tal, que murió en el mar cuando iba prisionero á Constantinopla.
Tomada la Goleta, pasó Aluch Alí á Tunez, la combatió reciamente, y la dió repetidos asaltos; pero fué siempre rechazado. Arrasados á cañonazos los adarves, hubo nuestra guarnicion de pelear á cuerpo descubierto. Volaron con minas un baluarte; y aunque murieron todos los defensores, aun murieron más de los enemigos. Arrimaron escalas para el asalto; pero fueron rechazados durando seis horas la pelea. Reventó luego otra mina, y repitieron la escalada con mayor furia; pero fueron igualmente rechazados con mayor destrozo que nunca. Por fin, como la guarnicion iba minorando de cada dia, dieron otro asalto general dia 12 de septiembre, que duró ocho horas, en que murieron innumerables turcos, y en la plaza quedaron vivos solo seiscientos hombres. Todavía se defendieron con tanto valor y con fuerzas tan desiguales, que los turcos no se pudieron apoderar de la fortaleza hasta el día 13, en que los nuestros ya no eran mas que treinta, y entraron sin estorbo los turcos apoderándose de todo. Fueron prisioneros los pocos que quedaban, con su comandante don Gabrio Cerbellon, todos heridos. Sinan Baja trató brutalmente á Cerbellon, dándole públicamente una bofetada, y mandándole ir á pie delante de su caballo hasta la Goleta. No pudo dar mayor prueba de ser un cobarde y de vil nacimiento. El soldado de prendas siempre trató como amigo al enemigo valeroso.
(José Ortiz y Sanz: Compendio cronológico de la Historia de España, Madrid, 1841, libro XVIII, PP. 23 - 24)
D. Pedro de Malferit fue, como ya he dicho, uno de estos heroicos defensores del fuerte, quizá junto al valeroso caballero valenciano D. Juan de Zanoguera que aparece citado por Cervantes en dicho capítulo del Quijote, pues estuvo peleando hasta el final, hasta el último asalto de los turcos, es decir, el del día 13 de septiembre, después de soportar cerca de tres meses de asedio.
Mosquete de muralla, arma usada en la defensa de Túnez y llamada así porque su gran peso obligaba a apoyarlo sobre una horquilla o la misma muralla
Arcabuz a mecha de finales del s. XVI. Era un arma más imprecisa y de menor alcance que el mosquete (unos 50 m.), pero más ligera y potente, capaz de atravesar una armadura
Tal y como ya mencioné al principio de este escrito, su sobrino Juan de Malferit, señor de Ayelo, se preocupó de buscar testimonios sobre su muerte, y los encontró tres años después en la ciudad de Valencia. Eran dos testigos que estuvieron en estos sangrientos combates y tuvieron la fortuna de sobrevivir a los mismos y, quizá, al cautiverio; ambos pudieron testificar, pues, sobre la muerte de su tío, degollado por los enemigos de la fe cristiana. D. Juan de Malferit convocó entonces al escribano Frances Salmes y a ambos testigos y, en presencia del gobernador de dicha ciudad y reino de Valencia, Hieroni de Cabanyells, y de él mismo, éstos dieron testimonio de lo que sabían sobre aquellos heroicos hechos. Fue en la ciudad de Valencia el 5 de septiembre de 1577, y esto fue lo que dijeron:
Honorable ANTONY LEON sodat que diu ser de edat de 24 anys a instancia del noble Joan de Malferit senyor de Ayelo.
( ... ) Que en el asalt que lo turch ennemich de la Santa Fee Catolica feren a lo fort de Junes entre altres persones que es trobaven en dita pelea fonch lo dit Don Pedro de Malferit, lo qual estava concertat ab Gavalda de per ninguna ( ... ) havia de rendirse encara que tots els altres se rendiren, e aixi havent tingunt grandissima pelea, que de quatre mil que eren no restaren cent cincuanta tan solament, i los que restaren se rendiren, i entre los quals que restaren vius no fonch reconegut estava lo dit Don Pedro ( ... ) per tots lo soldats fou tingut per mort en dita jornada per ço que estava en la major perill de dita Batalla a on batien seixanta canons, y per mort i passat a millor vida.
Lo honorable VICENT CODONY estudiant ( ... ) per la present a instancia del noble Joan de Malferit, senyor deAyelo.
( ... ) se troba present en el fort de Junes al temps que lo turch ennemich de la Santa Fee Catolica prengueren dit fort ( ... ) estava dit fort tan solament ( ... ) poch mes de cent homens i que entre ells estava lo dit Don Pedro de Malferit ( ... ) entre els morts y foren tants que no pogué coneixer entre aquells per mort ( ... ) i entre les persones que es trobaven en dita jornada es veu i fama publica.
Miguel de Cervantes conocía las penalidades del soldado, pues fue herido en Lepanto y años despues apresado por los piratas cuando volvía a España, pasando 5 años de cutiverio en Argel. Coincidió con Pedro de Malferit en la toma de Túnez (1573) por la escuadra de D. Juan de Austria
¿Qué hubiera podido esperar D. Pedro de Malferit si hubiera sido hecho prisionero de los turcos?. Tal vez, en el mejor de los casos, ser llevado a Constantinopla junto con otros prisioneros, y allí obligado a hacer la ceremonia de la apostasía que consistía en declarar que no hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta, o llevar una vida de esclavo a la espera de que alguna orden religiosa pagara su rescate. Fuera como fuese, lo cierto es que D. Pedro de Malferit prefirió morir heroicamente en defensa de su religión católica. El mismo Cervantes dedicó dos sonetos loando la heroicidad de los defensores de la Goleta y de los de la fortaleza de Junes entre los que se encontraba Don Pedro, este último soneto, el dedicado a los defensores de la fortaleza, decía así:
De entre esta tierra estéril derribada,
Destos torreones por el suelo echados,
Las almas santas de tres mil soldados,
Subieron vivas á mejor morada.
Siendo primero en vano exercitada
La fuerza de sus brazos esforzados,
Hasta que al fin, de pocos y cansados,
Diéron la vida al filo de la espada.
Y este es el suelo que continuo ha sido
De mil memorias lamentables lleno
En los pasados siglos y presentes,
Mas no mas justa de su duro seno
Habrán al claro cielo almas subido,
Ni aun él sostuvo cuerpos tan valientes.
(Miguel de Cervantes: Don Quijote de la Mancha, capítulo XXXIX. Donde el cautivo cuenta su vida y sucesos).
Dice nuestro paisano Ortiz y Sanz que esta victoria de Túnez dio a Selim II, sultán de Constantinopla, tanto orgullo que empezó a preparar campaña militar contra Mazarquivir, Orán y demás presidios de África y en Italia, pero que murió el 9 de diciembre de ese mismo año de 1573 y ahí acabaron los planes de los turcos. Por su parte Felipe II no volvió a emprender ninguna operación de importancia contra la armada turca y se limitó a estar a la defensiva y vigilante de la costa de la Berbería, de hecho su interés fue mucho mayor, desde entonces, hacia los territorios atlánticos.
Fernando Goberna. Publicado en el Libro de Fiestas del año 2003. Fotos: Google Imágenes.