Las Fiestas de Ayelo
por Bautista Barber Ferre
Los que hemos tenido la suerte de haber cumplido ya los setenta años de existencia, estamos recordando continuamente el ambiente y desarollo de cada época época en lo que se refiere a las fiestas de Ayelo. Nos damos cuenta de la transformación sufrida durante todo este tiempo, y por ello quiero presentar, aunque llanamente, el recuerdo que en nosotros perdura de aquellos tiempos que ya no volverán.
Cuando era niño, las fiestas se hacían por separado. Eran ocho los festeros para las del Santísimo Cristo y cuatro para las de San Engracio. Los días de fiesta principal seguían con el mismo orden que en el presente, pero ocurría que el coste de estas dos fiestas era el mismo y, por tanto, resultaba más gravoso para los festeros del segundo día, por ser la mitad en número. Ello motivaba que para las fiestas del Santísimo Cristo siempre habían voluntarios de sobra y para San Engracio escaseaban.
Se buscó la solución y se convino que los doce festeros lo fueran para las dos fiestas y ellos se encargaban de liquidar los gastos que se originaban en lo que afectaba a la solemnidad religiosa.
La fiesta cívico-profana estaba a cargo del Ayuntamiento, el cual para recaudar fondos estableció la costumbre de salir el día de San Engracio por la tarde, con gran solemnidad y con cruz alzada, presidida por toda la corporación y acompañados de la banda de música, para recoger la limosna del trigo y dinero. Acto este de mucha simpatía, que se consideraba como uno de los más principales de las fiestas. El trigo que se recogía se vendía en pública subasta al mejor postor, presentando, si éste era insolvente, una fianza a contento del Ayuntamiento, con el fin de pagar su importe al 30 de julio del siguiente año. Estas colectas se repetían al terminar la recolección de las algarrobas y del maíz (que se recibía en grano) y efectuando la subasta de la misma forma. Así transcurrieron muchos años.
Vino un estudio para la recaudación de fondos con que atender estas fiestas con el fin de que todos tributaran con más igualdad, de acuerdo con sus posibilidades y riquezas. Se estableció el impuesto de utilidades de cuyo presupuesto se pagaban los gastos de las fiestas mayores, más las dos fiestas patrocinadas por el Ayuntamiento: Corpus y San Pedro Apóstol.
Pero llegó el año 1934. Año del Centenario. Precisamente formaba parte de la Junta Organizadora de Fiestas, presidida por don Joaquín García y actuando como Secretario, don Emilio Castelló. Se acordó visitar a todos los hijos de Ayelo, residentes fuera de la localidad para que contribuyeran según sus posibilidades y voluntad y se hicieran unas fiestas dignas de Ayelo y de sus Santos Patronos.
Siguieron los años y llegamos al trágico 1936, que lo redujo todo a cenizas...
Pero nuevamente empezaron a organizarse las fiestas en el año de la gloriosa victoria. Se presentaron muchos voluntarios, pero no se admitieron en ese primer año para que participaran todos los hijos de Ayelo y en su representación la Junta Organizadora. Fueron también los ex-combatientes los que, reconociendo la protección del Santísimo Cristo en tantos peligros, no vacilaron en manifestar públicamente su agradecimiento.
Siguió una avalancha de voluntarios que por turno riguroso de peticiones cubrían muchos años, pero, en miras a organizar mejor los festejos y dar un ambiente de religiosidad, no se admitieron, pensando en formar una Sociedad o Hermandad en la que estarían incluidos todos los hijos de Ayelo, distribuidos en tres categorías. De cada una de estas tres categorías, por sorteo, sacarían tres nombres y dejando los tres restantes, pues eran doce los festeros, para los que voluntariamente se presentaran; pero no dio el resultado que se esperaba.
Todos los ayelenses sabemos que el municipio carece de ingresos y el presupuesto para las fiestas era insignificante El Ayuntamiento se desentendía de hacer frente a estos gastos, dando lo presupuestado a los festeros y ellos que resolvieran los problemas. Se autorizó que se formase una comisión con el fin de que salieran por las casas del pueblo y recaudar para las fiestas (labor dura e ímproba de la que muchos se aprovechaban para censurar a los que formaban parte de la comisión, dando a veces cantidades irrisorias o nada). Este sistema hubo de desaparecer igualmente, llegándose al extremo de no encontrarse festeros, dado lo costoso de las fiestas.
Dècada de 1950. Seminaristes del poble en la processó del Crist. (Foto:Arxiu Fotogràfic Biblioteca Degà Ortiz).
Pero las autoridades locales, dándose cuenta y en miras a dar mayor realce a las fiestas de Ayelo, no vacilaron en consignar un presupuesto mayor y asimismo establecía unas cuotas a los hijos de Ayelo, distribuidos en cuatro categorías. Estas cuotas con carácter voluntario fueron aceptadas por el pueblo con simpatía, pudiéndose de esta forma recaudar fondos para hacer frente a los cuantiosos gastos que las fiestas producían. Las autoridades se dieron de lleno a la organización de las fiestas, no teniendo en cuenta los sacrificios y horas de trabajo y despreciando las diferencias que pudieran encontrar en la escala social con el sólo objeto de que se vieran las fiestas bajo un solo punto de vista: dar a Ayelo y a sus Patronos las fiestas que se merecían.
Fue entonces cuando un grupo de jóvenes, todos ellos trabajadores, se reunieron para formar las comparsas de Moros y Cristianos que tanto realce están dando a las fiestas y dejando un ambiente de superación.
Las fiestas siguen cada vez mejor, pero me habéis de permitir una sola pregunta: ¿En Ayelo nadie tiene que dar gracias al Santísimo Cristo de la Pobreza?, porque veo que no salen festeros voluntarios que sufraguen los gastos de las solemnidades religiosas, es decir, a lo que afecta solamente los gastos de la Iglesia.
Tengo la convicción y esperanza de que esta vieja tradición será pronto lo que fue y aun superada, si cabe, y los hijos de Ayelo tendremos la dicha y satisfacción de haber cumplido el voto que nuestros antepasados nos legaron.
Bautista Barber Ferre. Publicado en el Libro de Fiestas de 1972.
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