(De nuestro corresponsal Leonardo Carreres).
Como todos los pueblos que celebran fiestas, aquí hubo músicas, tracas,
fuegos artificiales, solemnidades religiosas, orador sagrado, muy elocuente y
oportuno, etc... Pero hay que destacar dos actos muy importantes: la entrada de
los ejércitos Moros y Cristiano y la procesión del Santísimo Cristo.
Quien anima las fiestas son las comparsas de moros y cristianos, que cada
año se superan y aumentan en número y detalles. Ocho filadas se han presentado
este año; tres de ellas integradas por graciosas y elegantes muchachas, con
siete bandas de música que amenizaban los desfiles y demás actos militares, en
los que los capitanes rivalizaron con graciosas filigranas saludando al público
que aplaudía calurosamente. En el desfile se destacó la carroza real ocupada por
la reina y su corte de honor.
La procesión del Santísimo Cristo fue tan concurrida que en una carrera de
un kilómetro se encontraron la cruz parroquial que llegaba a la Iglesia y el Santísimo
Cristo que salía.
Todos los otros actos, como la procesión de san Engracio, su bajada y su
subida a la ermita, con las nuevas imágenes de san Joaquín y Santa Ana,
titulares de dicha ermita, regalo de dos distinguidas familias de la feligresía,
resultaron solemnes y grandiosos.
Terminadas las fiestas patronales, empiezan las fiestas callejeras festejando a San Lorenzo, Virgen de las Tres Avemarías y San Roque los vecinos de sus respectivas calles, superándose cada año en fervor y solemnidad.
LEVANTE
Domingo, 18 agosto 1968
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