Degà Ortiz i Sanz. Aielo Turìstic. Museu Història Local (personatges aieloners) |
3.Segunda narración de Ortiz sobre
un hecho ocurrido en Ayelo en el año 1784.
Esta segunda narración va incluida
en el capítulo XX, páginas 122 a 124. Los protagonistas en
este caso son un peregrino de origen italiano de paso por estas
tierras, y el
padre de Ortiz. Ambos se encuentran en el
camino real de Xàtiva a Onteniente (véase la fotografía
nº 1) * en las
cercanías de Ayelo, y tras mantener una interesante
conversación, el padre de Ortiz invita
al peregrino a pasar a Ayelo y el hospedarse en su propia casa, ya
que éste le había convencido de que conocía a su hijo y le había tratado muchas
veces en Roma.
En este caso no hay duda de que lo
que cuenta Ortiz se
refiere al año 1784, ya que pone en boca de su padre la información dirigida
al pelegrino de que tenía un hijo hacía seis
años en Italia como se recordará el sexto y último año de
estancia de Ortiz en Italia fue el de 1784 (regresa
a España en la
primavera de ese año).
También se refiere Ortiz en la narración a ancianidad de su
padre, y en efecto, su padre José Francisco Ortiz Esterlich, nació en 1696, y por lo
tanto contaba entonces alrededor de 87 años (recordemos que su madre,
María Sanz Sempere, nació en 1704 y falleció en 1773 antes de
partir él a Italia. Sobre estos datos véase mi anterior trabajo para el
programa de las fiestas del año 1989).
La narración es
muy interesante, asimismo, prender un
aspecto de la biografía de Ortiz incompletamente
conocido, cual es el de sus relaciones con su padre. Para
ello conviene
recordar, aunque sea de forma muy sintética, lo siguiente:
Ortiz era el hijo mayor
varón, y como debía ir destinado a ayudar a su padre en las tareas
del campo; sin embargo, no fue así, y como consecuencia de haber manifestado un
gran entusiasmo por el estudio sus padres cedieron a que siguiera los estudios
cuya finalidad iba a ser el presbiterato. Inicia sus estudios en Valencia pero
se siente muy
atraído a la vez por el dibujo y la arquitectura, asiste a aprender estas artes en unas salas del
mismo edificio de la Universidad, las cuales iban a ser el embrión de la Real Academia
de Bellas Artes que se pretendía crear en aquellos momentos en Valencia (recibiría el
nombre de San Carlos por el nombre del rey, y su creación efectiva fue por real
cédula de 14 de Febrero de 1768).
Sus padres se opusieron a esta afición de su hijo, y hubo un período de tiempo en
el que no tuvo más
remedio que
volver a las
labores del campo
en Ayelo, ya que sus padres decidieron que diera por
terminados sus estudios.
Tras este breve período de tiempo, sus padres reconsideraron su decisión y
permitieron que reanudara sus estudios, pero esta vez en la Universidad de
Orihuela, pensando así alejarlo del ambiente de Valencia.
Obtiene
el doctorado en esta universidad tras cerca de tres años de estancia allí, y
vuelve a Valencia para los cursos previos a su ordenación sacerdotal. Una vez
allí vuelve a frecuentar a sus amigos del núcleo fundacional de la Real Academia:
su pasión por el dibujo y la arquitectura continuaba intacta tras el período de
Orihuela. Su ordenación sacerdotal tiene lugar el año 1767, y conviene decir
que sus padres le cedieron las tierras que poseían en la partida de Pursons (en
un exceso respecto a lo que le correspondía por herencia) para que pudiera
aportar el patrimonio necesario para recibir las sagradas órdenes. Viene luego
el período en el que es ecónomo en varias parroquias de pueblos valencianos,
hasta llegar a ser vicario mayor de la Colegiata de Xàtiva (San
Felipe entonces) en el año 1774. Allí decide comenzar a traducir del latín la
obra de Vitruvio “De Architectura”, pero ve la imposibilidad de hacerlo
correctamente sin trasladarse a
Italia. En la primavera de 1778 parte para Italia para
no regresar hasta 1784.
Y
es justamente en
este año en
el que
se sitúa la narración de Ortiz que
paso a transcribir a
continuación; pero, y dado que esta narración
pertenece al capítulo
dedicado a los
llamados “Cruxientes”, bueno será
transcribir el comienzo del capítulo
en el
que los
describe de
esta manera (página 118):
“Tienen este nombre por los
sacudimientos de sus miembros en
tiempos fríos, y
por el cruxido de sus dientes
con que muestran haber contraído una frialdad extrema e
incurable en los huesos y nervios. Pero
uno y otro es aprendido con arte para
engañaren su tiempo y
lugar a la gente, y
sacarle limosna, dexando la tiritona y
rebrugido
quando nadie los observa. También los cruxientes dicen, como los mendrugueros,
que aman la desnudez y miseria por amor de Dios,
pues Cristo fue pobre, y lo
fueron los Apóstoles y Santos. Pero esto es falso y aparente en ellos, pues aman ciegamente el dinero, y
lo buscan como
famélicos lobos.”
Y a continuación la interesante
narración que hemos comentado y que tiene lugar en Ayelo:
“Hallándome yo en Italia, encontró
mi padre en el camino real que pasa por junto a mi pueblo, un peregrino
italiano, que según acostumbran, decía iba a visitar el cuerpo del Apóstol
Santiago. Caminaron de conversación hasta cerca de mi lugar, y como mi padre
le dixese si había estado en Roma y respondió que repetidas veces,
“Ha! seis años hace que se fue allá
un hijo mío, y escribe tan pocas veces, que suelen pasar uno o dos años sin
tener noticia.”
Continuó mi sencillo padre
manifestándole mi estado, mis señas, encargos, y aún estudios, de forma que el
astuto peregrino no sólo conoció la bondad y sencillez del anciano, sino que
pudo formar idea de mi persona y forjar instantáneamente un engaño que le
produxese algún beneficio.
Dándose pues una palmada en la
frente dixo: Ha! Tonto que soy!
Ahora me acuerdo.
Qué sea yo tan insensato!
No conozco otra cosa que a su hijo
de Vd.
Le he tratado mil veces en Santiago
de los Españoles de Roma. Yo soy romano y tengo mi casa en plaza Navona donde
también está el Hospicio de los Españoles.
Miren que casualidad!
Encontrar aquí tan lejos de Roma
los padres de mi amigo!
A continuación amontonó el
cruxiente tanto número de cosas ya inventadas, ya inferidas de lo que oía mi
padre, que casi llorando se lo llevó a casa, donde se mantuvo dos o tres días
sacando el vientre de mal año, singularmente chupando famosas botellas.
Durante aquel tiempo divirtió el auditorio refiriendo grandezas de Roma,
Nápoles, Florencia, Genova, Venecia, Milán, etc., ya verdaderas, ya
exageradas, ya fingidas; después de lo cual se fue su camino con una botella
llena de malvasia que le regaló mi padre. Esto me ha
sido contado por mis gentes después de haberme restituido a España, sin que me
causara la menor admiración, pues he visto y oído en Italia innumerables casos
como este.”
Ortiz regreso a España, como ya hemos
dicho, en la primavera de ese mismo año 1784, y a su paso camino de Madrid es
casi seguro que hizo una visita a Ayelo para abrazar a su familia y amigos a
los que no veía desde hacía seis años, y sería entonces cuando le fue contada
la historia que acabamos de leer. Según se desprende de la narración, su padre
conocía la meritoria labor que estaba realizando
en Italia, ya que informa de
ello al astuto peregrino, lo cual fue una sorpresa
para mí, pues
pensaba, antes de leer narración, que su padre desconocía
los motivos que le habían impulsado a dejar su vicaría
a Xàtiva para irse a Italia. Por lo que se
ve, su padre había entendido finalmente en su
ancianidad, que su hijo se ocupaba en algo importante.
Ortiz fue, pues, a Madrid para preparar
la edición de su “Vitruvio
Español”, y
hasta recibió suficiente ayuda económica su situación
fue de grandes
estrecheces y penurias. De ello da cuenta en un escrito de comienzos
del año siguiente 1785 dirigido a la
Secretaría de Estado con el fin de solicitar ayuda económica para poder
continuar en
Madrid, además, en el mismo señala que su padre acababa de fallecer, y como le
estaba ayudando hasta que ocurrió el fallecimiento; dice Ortiz:
“...suplía su falta el padre del suplicante con
frecuentes remesas de dinero y comestibles, etc.. Pero habiendo faltado este
recurso por el fallecimiento de su padre a principio del corriente año...” (3).
Por lo tanto, su padre fallece sin
haber visto los grandes logros que para la cultura española iba a conseguir su
hijo, aunque como hemos dicho, intuyó en los últimos de años su vida el gran
mérito de su hijo.
Un comentario final quiero hacer sobre
la Iglesia de
Santiago de los Españoles de la ciudad de Roma, donde el peregrino
italiano decía haber le conocido. Esta iglesia estaba efectivamente vinculada a
España desde muy antiguo, y cierto que los españoles residentes
en Roma acostumbraban a frecuentar esta iglesia (Ortiz
debió hacerlo muchísimas
veces durante su largas estancia en aquella ciudad), lo cual era perfectamente
conocido por el astuto italiano. En la fotografía n.º
2 (situada al principio de este articulo) se reproduce un grabado del siglo XVIII cuyo
tema es precisamente la célebre plaza Navona; en él se puede apreciar, mirando
la fotografía a la derecha, la Iglesia de Santiago de los Españoles, y frente a
ella y en el centro de la plaza, el Obelisco Egipcio y la magnífica fuente de
los Cuatro Ríos que Bernini esculpió en 1651 más próxima a nosotros en la
fotografía, la fuente del Moro, ejecutada por el escultor Mari según
diseños del
mismo Bernini en 1655; al fondo, y ya inapreciable en la fotografía, la
fuente de Neptuno, obra de Della Porta en 1574.
Mirando a la izquierda de la fotografía se puede
ver la cúpula de la iglesia de Santa Inés de Agone, y a su derecha más cercano
el palacio Panphili, uno de los varios que rodean esta hermosa plaza. Situada en
el corazón d la ciudad, esta, plaza era, y aún lo es, uno de los lugares más
populares de la misma, La iglesia de Santiago de los Españoles pertenece hoy a
una orden religiosa francesa
(dejó de pertenecer a España a comienzos del siglo XIX). Hoy la iglesia “de
los Españoles" es la de Santiago y Monserrat en vía
Condotti, donde
yo estuve en mi viaje a Roma de hace unos años, y puede comprobar que continua siendo
lugar de reunión de los españoles residentes en Roma.
4.Notas:
1.Maurizio Fabri: “Vagabondi
e furfanti nella letteratura di secólo
filosófico e riformatore. Due testi enediti.”
En: “Vagabondi,
visionari, eroi”, Bologna, 1984, pp. 11-47 (Tengo que agradecer al
profesor Rinaldo Froldi que
dirige el departamento
sobre el siglo XVIII español de la Universidad de Bolonia, el poder conocer este
trabajo de uno
de sus colaboradores: el profesor Maurizio Fabri).
2. Véase en el Archivo
Municipal de Onteniente, la sección de protocolos notariales, libro del
escribano de Ayelo: Francisco José Martínez y Vicente
del año 1754, protocolo del 27 de agosto (“Poder de Juan Bautista Calabuig, y otros al Dr. Joseph
Calabuig”). Vea se en el Archivo Histórico Nacional, Sección
Estado, legajo nº 3.244.
5.
Un apéndice
final.
Quiero
finalmente incluir la reseña publicada por el diario “EL PAIS”,
fotografía n.º 3, el 20 de noviembre del año pasado, sobre la presentación de
la magnífica edición llevada a cabo por el Colegio Oficial de Arquitectos de
Madrid del manuscrito de Ortiz. “Instituciones de Arquitectura Civil”
que en esta institución atesoran. Esta edición consta de dos volúmenes, en uno
de ellos van los estudios introductorios (entre ellos los del Delfín Rodríguez
a quien conozco personalmente), los apéndices con una selección de textos de y
sobre Ortiz,
y la transcripción a letra de imprenta del manuscrito; en el otro volumen va el
facsímil del manuscrito con los extraordinarios dibujos que Ortiz hizo para esta
obra que no llegó a ser publicada en su tiempo.
Fernando Goberna Ortiz
Programa de festes 1992
Publicada en facsímil el manuscrito desconocido de José ortiz sobre Vitrubio
el país. Madrid. La
edición facsímil del manuscrito Instituciones
de arquitectura civil acomodadas en lo posible a la doctrina de Vitruvio, de José Ortiz y
Sanz (17391822) se presentó ayer en el Colegio
Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM). La obra fue encontrada hace cinco años
por el arquitecto Pedro Moleón en el fondo antiguo de ¡a biblioteca del COAM,
formada en los años cincuenta con los fondos de la colección de José María
Marañón, en cuyo inventario no figuraba su existencia.
En un volumen aparece en facsímil del
manuscrito, que nunca se llegó a publicar pese a estar dispuesto para la imprenta
cuatro años antes de la muerte de José Ortiz y
Sanz, presbítero, académico y bibliotecario, un erudito que publicó en español
los tratados de Vitruvio y Palladio. Un segundo volumen se dedica al estudio
crítico del manuscrito, realizado por Delfín Rodríguez, profesor de Historia
del Arte.
En Instituciones de arquitectura civil, Ortiz “propone
modelos históricos sacados de la antigüedad clásica”, según declaró ayer
Delfín Rodríguez. “Además de estudiar los órdenes y la profesión de arquitecto,
se empeñó en fijar de una manera clara y crítica las reglas elementales y la
idea de lo clásico, en un momento de indecisión sobre la pervivencia de estos
modelos clásicos”.
Reseña periodística publicada por el diario EL PAIS. El 20 de noviembre de 1991.
No hay comentarios:
Publicar un comentario