Del jardí bell de València
és Ayelo ermosa flor
que escampa, arreu, les fragàncies
que despedeix lo seu cor
Miguel Ferrándiz . "Himne a Ayelo"


viernes, 4 de septiembre de 2020

EL DEAN ORTIZ Y SU PUEBLO NATAL DOS NARRACCIONES SUYAS SOBRE HECHOS OCURRIDOS EN AYELO (AIELO). (III part). Por Fernando Goberna Ortiz

Degà Ortiz i Sanz. Aielo Turìstic. Museu Història Local (personatges aieloners)


3.Segunda narración de Ortiz sobre un hecho ocurrido en Ayelo en el año 1784.

Esta segunda narración va incluida en el capítulo XX, páginas 122 a 124. Los protagonistas en este caso son un peregrino de origen italiano de paso por estas tierras, y el padre de Ortiz. Ambos se encuentran en el camino real de Xàtiva a Onteniente (véase la fotografía nº 1) * en las cercanías de Ayelo, y tras mantener una interesante conversación, el padre de Ortiz invita al peregrino a pasar a Ayelo y el hospedarse en su propia casa, ya que éste le había convencido de que conocía a su hijo y le había tratado muchas veces en Roma.

En este caso no hay duda de que lo que cuenta Ortiz se refiere al año 1784, ya que pone en boca de su padre la información dirigida al pelegrino de que tenía un hijo hacía seis años en Italia como se recordará el sexto y último año de estancia de Ortiz en Italia fue el de 1784 (regresa a España en la primavera de ese año).

También se refiere Ortiz en la narración a ancianidad de su padre, y en efecto, su padre José Francisco Ortiz Esterlich, nació en 1696, y por lo tanto contaba entonces alrededor de 87 ­años (recordemos que su madre, María Sanz Sempere, nació en 1704 y falleció en 1773 antes de partir él a Italia. Sobre estos datos véase mi anterior trabajo para el programa de las fiestas del año 1989).

La narración es muy interesante, asimismo, prender un aspecto de la biografía de Ortiz incompletamente conocido, cual es el de sus relaciones con su padre. Para ello conviene recordar, aunque sea de forma muy sintética, lo siguiente: Ortiz era el hijo mayor varón, y como debía ir destinado a ayudar a su padre en las tareas del campo; sin embargo, no fue así, y como consecuencia de haber manifestado un gran entusiasmo por el estudio sus padres cedieron a que siguiera los estudios cuya finalidad iba a ser el presbiterato. Inicia sus estudios en Valencia pero se siente muy atraído a la vez por el dibujo y la arquitectura,  asiste a aprender estas artes en unas salas del mismo edificio de la Universidad, las cuales iban a ser el embrión de la Real Academia de Bellas Artes que se pretendía crear  en aquellos momentos en Valencia (recibiría el nombre de San Carlos por el nombre del rey, y su creación efectiva fue por real cédula de 14 de Febrero de 1768). Sus padres se opusieron a esta afición de su hijo, y hubo un período de tiempo en el que no tuvo más remedio que volver a las labores del campo en Ayelo, ya que sus padres decidieron que diera por terminados sus estu­dios. Tras este breve período de tiempo, sus padres reconsideraron su decisión y permitieron que reanudara sus estudios, pero esta vez en la Universidad de Orihuela, pensando así alejarlo del ambiente de Valencia.

Obtiene el doctorado en esta universidad tras cerca de tres años de estancia allí, y vuelve a Valencia para los cursos previos a su ordenación sacerdotal. Una vez allí vuelve a frecuentar a sus amigos del núcleo fundacional de la Real Acade­mia: su pasión por el dibujo y la arquitectura continuaba intacta tras el período de Orihuela. Su ordenación sacerdotal tiene lugar el año 1767, y conviene decir que sus padres le cedieron las tierras que poseían en la partida de Pursons (en un exceso respecto a lo que le correspondía por herencia) para que pudiera aportar el patrimonio necesario para recibir las sagradas órdenes. Vie­ne luego el período en el que es ecónomo en varias parroquias de pueblos valencianos, hasta llegar a ser vicario mayor de la Colegiata de Xàtiva (San Felipe entonces) en el año 1774. Allí decide co­menzar a traducir del latín la obra de Vitruvio “De Architectura”, pero ve la imposibilidad de hacerlo correctamente sin trasladarse a Italia. En la primavera de 1778 parte para Italia para no regresar hasta 1784.

Y es justamente en este año en el que se sitúa la narración de Ortiz que paso a transcribir a continuación; pero, y dado que esta narración pertenece al capítulo dedicado a los llamados “Cruxientes”, bueno será transcribir el comienzo del capítulo en el que los describe de esta manera (página 118):

“Tienen este nombre por los sacudimientos de sus miembros en tiempos fríos, y por el cruxido de sus dientes con que muestran haber contraído una frialdad extrema e incurable en los huesos y nervios. Pero uno y otro es aprendido con arte para engañaren su tiempo y lugar a la gente, y sacarle limosna, dexando la tiritona y rebrugido quando nadie los observa. También los cruxientes dicen, como los mendrugueros, que aman la desnudez y miseria por amor de Dios, pues Cristo fue pobre, y lo fueron los Apóstoles y Santos. Pero esto es falso y aparente en ellos, pues aman ciegamente el dinero, y lo buscan como famélicos lobos.” 

Y a continuación la interesante narración que hemos comentado y que tiene lugar en Ayelo:

“Hallándome yo en Italia, encontró mi pa­dre en el camino real que pasa por junto a mi pueblo, un peregrino italiano, que según acostumbran, decía iba a visitar el cuerpo del Apóstol Santiago. Caminaron de con­versación hasta cerca de mi lugar, y como mi padre le dixese si había estado en Roma y respondió que repetidas veces,
“Ha! seis años hace que se fue allá un hijo mío, y escribe tan pocas veces, que suelen pasar uno o dos años sin tener noticia.”
Continuó mi sencillo padre manifestándole mi estado, mis señas, encargos, y aún estudios, de forma que el astuto peregrino no sólo cono­ció la bondad y sencillez del anciano, sino que pudo formar idea de mi persona y forjar instantáneamente un engaño que le produxese algún beneficio.
Dándose pues una palmada en la frente dixo: Ha! Tonto que soy!
Ahora me acuerdo.
Qué sea yo tan insensato!
No conozco otra cosa que a su hijo de Vd.
Le he tratado mil veces en Santiago de los Españoles de Roma. Yo soy romano y tengo mi casa en plaza Navona donde tam­bién está el Hospicio de los Españoles.
Miren que casualidad!
Encontrar aquí tan lejos de Roma los padres de mi amigo!
A continua­ción amontonó el cruxiente tanto número de cosas ya inventadas, ya inferidas de lo que oía mi padre, que casi llorando se lo llevó a casa, donde se mantuvo dos o tres días sacando el vientre de mal año, singular­mente chupando famosas botellas. Durante aquel tiempo divirtió el auditorio refiriendo grandezas de Roma, Nápoles, Florencia, Genova, Venecia, Milán, etc., ya verdade­ras, ya exageradas, ya fingidas; después de lo cual se fue su camino con una botella llena de malvasia que le regaló mi padre. Esto me ha sido contado por mis gentes después de haberme restituido a España, sin que me causara la menor admiración, pues he visto y oído en Italia innumerables casos como este.”

Ortiz regreso a España, como ya hemos dicho, en la primavera de ese mismo año 1784, y a su paso camino de Madrid es casi seguro que hizo una visita a Ayelo para abrazar a su familia y amigos a los que no veía desde hacía seis años, y sería entonces cuando le fue contada la historia que acabamos de leer. Según se desprende de la narración, su padre conocía la meritoria labor que estaba realizando en Italia, ya que informa de ello al astuto peregrino, lo cual fue una sorpresa para mí, pues pensaba, antes de leer narración, que su padre desconocía los motivos que le habían impulsado a dejar su vicaría a Xàtiva para irse a Italia. Por lo que se ve, su padre había entendido finalmente en su ancianidad, que su hijo se ocupaba en algo importante.

Ortiz fue, pues, a Madrid para preparar la edición de su “Vitruvio Español”, y hasta recibió suficiente ayuda económica su situación fue de grandes estrecheces y penurias. De ello da cuenta en un escrito de comienzos del año siguiente 1785 dirigido a la Secretaría de Estado con el fin de solicitar ayuda económica para poder continuar en Madrid, además, en el mismo señala que su padre acababa de fallecer, y como le estaba ayudando hasta que ocurrió el fallecimiento; dice Ortiz: 

“...suplía su falta el padre del suplicante con frecuentes remesas de dinero y comestibles, etc.. Pero habiendo faltado este recurso por el fallecimiento de su padre a principio del corriente año...” (3).
 
Por lo tanto, su padre fallece sin haber visto los grandes logros que para la cultura española iba a conseguir su hijo, aunque como hemos dicho, intuyó en los últimos de años su vida el gran mérito de su hijo.

Un comentario final quiero hacer sobre la Iglesia de Santiago de los Españoles de la ciudad de Roma, donde el peregrino italiano decía haber le conocido. Esta iglesia estaba efectivamente vinculada a España desde muy antiguo, y cierto que los españoles residentes en Roma acostumbraban a frecuentar esta iglesia (Ortiz debió hacerlo muchísimas veces durante su largas estancia en aquella ciudad), lo cual era perfectamente conocido por el astuto italiano. En la fotografía n.º 2 (situada al principio de este articulo) se reproduce un grabado del siglo XVIII cuyo tema es precisamente la célebre plaza Navona; en él se puede apreciar, mirando la fotografía a la derecha, la Iglesia de Santiago de los Españoles, y frente a ella y en el centro de la plaza, el Obelisco Egipcio y la magnífica fuente de los Cuatro Ríos que Bernini esculpió en 1651 más próxima a nosotros en la fotografía, la fuente del Moro, ejecutada por el escultor Mari según diseños del mismo Bernini en 1655; al fondo, y ya inapreciable en la fotografía, la fuente de Neptuno, obra de Della Porta en 1574. Mirando a la izquierda de la fotografía se puede ver la cúpula de la iglesia de Santa Inés de Agone, y a su derecha más cercano el palacio Panphili, uno de los varios que rodean esta hermosa plaza. Situada en el corazón d la ciudad, esta, plaza era, y aún lo es, uno de los lugares más populares de la misma, La iglesia de Santiago de los Españoles pertenece hoy a una orden religiosa francesa (dejó de pertenecer a España a comienzos del siglo XIX). Hoy la iglesia “de los Españoles" es la de Santiago y Monserrat en vía Condotti, donde yo estuve en mi viaje a Roma de hace unos años, y puede comprobar que continua siendo lugar de reunión de los españoles residentes en Roma.

4.Notas:
1.Maurizio Fabri: “Vagabondi e furfanti nella letteratura di secólo filosófico e riformatore. Due testi enediti.”
En: “Vagabondi, visionari, eroi”, Bologna, 1984, pp. 11-47 (Tengo que agradecer al profesor Rinaldo Froldi que dirige el departamento sobre el siglo XVIII español de la Universidad de Bolonia, el poder conocer este trabajo de uno de sus colaboradores: el profesor Maurizio Fabri).

2. Véase en el Archivo Municipal de Onteniente, la sección de protocolos notariales, libro del escribano de Ayelo: Francisco José Martínez y Vicente del año 1754, protocolo del 27 de agosto (“Poder de Juan Bautista Calabuig, y otros al Dr. Joseph Calabuig”). Vea se en el Archivo Histórico Nacional, Sección Estado, legajo nº 3.244.


5. Un apéndice final.
Quiero finalmente incluir la reseña publicada por el diario “EL PAIS”, fotografía n.º 3, el 20 de noviembre del año pasado, sobre la presentación de la magnífica edición llevada a cabo por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid del manuscrito de Ortiz. Instituciones de Arquitec­tura Civil” que en esta institución atesoran. Esta edición consta de dos volúmenes, en uno de ellos van los estudios introductorios (entre ellos los del Delfín Rodríguez a quien conozco personalmen­te), los apéndices con una selección de textos de y sobre Ortiz, y la transcripción a letra de imprenta del manuscrito; en el otro volumen va el facsímil del manuscrito con los extraordinarios dibujos que Ortiz hizo para esta obra que no llegó a ser publicada en su tiempo.

Fernando Goberna Ortiz
Programa de festes 1992 

Publicada en facsímil el manuscrito desconocido de José ortiz sobre Vitrubio


el país. Madrid. La edición facsímil del manus­crito Instituciones de arquitec­tura civil acomodadas en lo po­sible a la doctrina de Vitruvio, de José Ortiz y Sanz (1739­1822) se presentó ayer en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM). La obra fue encontrada hace cinco años por el arquitecto Pedro Moleón en el fondo antiguo de ¡a biblioteca del COAM, for­mada en los años cincuenta con los fondos de la colección de José María Marañón, en cuyo inventario no figuraba su existencia.
En un volumen aparece en facsímil del manuscrito, que nunca se llegó a publicar pese a estar dispuesto para la impren­ta cuatro años antes de la muerte de José Ortiz y Sanz, presbítero, académico y biblio­tecario, un erudito que publicó en español los tratados de Vi­truvio y Palladio. Un segundo volumen se dedica al estudio crítico del manuscrito, realizado por Delfín Rodríguez, pro­fesor de Historia del Arte.
En Instituciones de arquitec­tura civil, Ortiz “propone mo­delos históricos sacados de la antigüedad clásica”, según de­claró ayer Delfín Rodríguez. “Además de estudiar los órde­nes y la profesión de arquitec­to, se empeñó en fijar de una manera clara y crítica las reglas elementales y la idea de lo clá­sico, en un momento de indeci­sión sobre la pervivencia de es­tos modelos clásicos”.


Reseña periodística publicada por el diario EL PAIS. El 20 de noviembre de 1991.


















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