1.Como descubrí estas dos narraciones.
Fue en octubre del pasado año en uno de
mis viajes a Madrid
en busca de nuevos datos sobre la
vida del Deán.
Una tarde consultaba en la Biblioteca Nacional la cuarta y última edición de una interesante
obra suya que
en su tiempo llegó a ser bastante popular, su largo título es como sigue: “El azote de tunantes, holgazanes y vagabundos.
Obrita divertida
y útil, en que se descubren los engaños
de los vagabundos y falsos mendigos que
corren el mundo a costa nuestra. Refiéranse muchos casos acontecidos en materia
de vagos para
desengaño e instrucción de las personas incautas,
crédulas y demasiado sencillas. " Esta cuarta edición se hizo en la
Imprenta de Mateo Repullés en Madrid en el año 1803. Iba leyendo yo, pues,
alguna de estas narraciones a las que hace referencia el título, cuando de
forma inesperada comienzo a leer una de ellas que comenzaba así: “Me acuerdo
haber visto en mi lugar..."
Como se podrá comprender mi alegría fue enorme, y poco falto para que diera un
grito en la Sala de Investigadores de aquella monumental biblioteca, Y no era
para menos, ya que, por fin, encontraba una referencia directa del Deán a su
pueblo de nacimiento. Mi alegría se vio todavía más incrementada al
descubrir poco después una segunda narración situada asimismo en Ayelo. Cuando
salí de la Biblioteca Nacional era ya de noche, y mientras paseaba por el Paseo
de Recoletos en aquel otoño madrileño tenía la sensación de haber encontrado
dos auténticos tesoros.
La explicación del porqué no había
encontrado antes estas dos narraciones era porque en las anteriores ediciones
de esta obra, que era las que yo había consultado, no aparecían las mismas; y
sí en cambio en esta cuarta edición que me había costado un poco más de encontrar en la Biblioteca Nacional, la cual era la que Ortiz había ampliado notablemente en
cuanto a narraciones respecto a las anteriores ediciones.
La primera edición de esta obra se
había hecho en la madrileña Imprenta de Pacheco en el año 1793, y ya en esta edición Ortiz anteponía una nota explicativa
sobre el contenido mismo de la obra, la cual paso a transcribir
íntegra por su interés para poder comprender los motivos y señaladas
circunstancias que le llevaron a publicar la misma:
" AL LECTOR. Se ven en
todos tiempos y clases de gentes cultas y sabias, que dexando sus padres y
patria salen a correr diversas ciudades, países y provincias del mundo, con
deseo de ver nuevas naciones, hábitos extraños, diversos ritos, costumbres
peregrinas, y oír variedad de lenguas, aprendiendo a costa de sus caudales,
incomodidades, riesgos, vigilias con utilidad propia, a vivir bien y
honestamente, huir de errores, seguir la virtud y sanas costumbres, sacando las
rosas de entre las espinas que las encierran, y el vino generoso
de entre las heces de errores comunes, así también yo, aunque diversamente, habiendo
por algunos encargos corrido el mundo, y visto y
considerado entre otras muchas cosas la naturaleza, carácter y costumbres de
los llamados Biantes o Vagabundos y Tunantes, en quienes vale muy poco la
especulación, siendo su saber todo práctico, me he entretenido en los Calores
de este Verano en escribir lo que pude adquirir en los referidos a fin
de advertir a todos que se guarden de las utilísimas artes y malicia
con que van engañando a las gentes
sencillas, y trampeando a los incautos, único fin
a la presente obrilla se dirige.
Esta, aunque sé muy bien que no ser digna de oídos delicados y acostumbrados a cosas altas y peregrinas, sin embargo, no dudo, podrá
servir de una conversación
inocente, útil
y divertida
en alguna de las cansadas noches del invierno al
abrigo de la chimenea. VALE”.
Ese verano en el que Ortiz escribe la debió ser el de ese
mismo año de 1793 (la obra salió impresa hacia finales de
año); año en el que ya se encontraba bastante recuperado tras haber pasado una
larga temporada con fiebres intermitentes, consecuencia del paludismo que
adquirido, bien en los pueblos de la ribera valenciana en donde había estado de
párroco antes de su ida a Italia, o bien en la misma Italia en donde también existían zonas endémicas de
esta enfermedad; siendo lo cierto es que a finales de 1789 durante una estancia
suya en Xàtiva, su estado llegó a ser tan grave que
temió perder la vida. Yo he podido averiguar que en ese año de 1793 Ortiz residía
en el número uno de la madrileña Plazuela del Barranco, en compañía de su sobrina Josefa (hija de su hermano menor
Joaquín, y por supuesto también nacida en Ayelo) que le estaba cuidando con
motivo de su enfermedad.
También hay que hacer notar en esta
introducción de Ortiz a la obra la frase: “así también yo,
aunque diversamente, habiendo por algunos encargos corrido el mundo...”, en la cual está aludiendo
claramente a su viaje a Italia. Recordemos que, en la primavera de 1778, cuando
era vicario mayor de la Colegiata de Xàtiva, había partido a Italia con el fin de
poder hacer una correcta traducción con comentarios de la obra fundamental de
la arquitectura grecorromana de la antigüedad: “Los diez libros
de arquitecto Marco Vitruvio Folión.” El viaje era aventurado porque Ortiz partía
con el escaso dinero que
había podido
reunir tras vender sus pocas pertenencias y así, las dificultades empezaron cuando la estancia italiana que él había
previsto corta, se
fue alargando
ante su voluntad de que su traducción y comentarios de esta fundamental obra fue la mejor que podía desear España.
Ni que decir tiene las penalidades económicas que sufrió hasta que por fin le
llegó la tan ansiada pensión que le concedía el rey Carlos III en 1782. Dos años
después, y tras seis años de estancia en Italia regresaba a España con su
cuidada traducción comentarios y diseños; y por fin, en 1787 y por orden real,
se imprimía esta obra, con todo esmero que el rey deseaba, en la Imprenta Real.
No obstante, y como ha puesto de manifiesto
el profesor Maurizio Fabri de la Universa Bolonia en un artículo publicado no
hace muchos años (1), “El
azote de tunantes”
es una obra que Ortiz escribió tomando
como modelo otra italiana en el siglo XVII. Esta obra popular de la “literatura
picaresca” italiana era la de Rafaele Frianoro:
Il vagahondo,
ovrero sferza”
de “bianti e
vagabondi”, cuya primera edición fue la hecha en
Viterbo en 1621; y de ahí que, en alguno de los anuncios publicados en los diarios de la época, el”
Azote de
tunantes” de Ortiz se presentó como obra traducida del
toscano. En conclusión, hay que decir que Ortiz en
su versión española sigue los distintos capítulos de la obra de Frianoro en los
que trata sobre la
variedad de engaños que utilizan los llamados en Italia “bianti e vagabondi”,
pero adaptando
las narraciones
al gusto y entendimiento español, e introduciendo narraciones a propias que, en muchas ocasiones, como es el caso de
las que voy a transcribir relacionadas con Ayelo, son contadas por haberlas observado él mismo.
Fernando Goberna Ortiz
Programa de festes 1992
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