Grabado que fue incluido en las diferentes impresiones de los Romances
de Jacinto Rovira excepto en los de la imprenta cordobesa de Rafael García
Rodríguez.
Las armas de la época y los accesorios para las mismas eran, entre
otras, la carabina, la escopeta, el trabuco, la pistola, Ia espada, el puñal,
la charpa, frascos llenos de pólvora, libras de balas y tacos.
Entre los romances populares que
imprimió en pliegos sueltos la imprenta valenciana de Agustín Laborda durante
el siglo XVIII, se encuentra el dedicado a Jacinto Rovira. Es un romance de los
llamados popularmente de guapos, teniendo este vocablo el significado de animoso,
valeroso y resuelto que despreciaba los peligros, y acometía con bizarría las
empresas arduas y dificultosas, tal y como se lee en el conocido Diccionario de
Autoridades de la Real Academia Española publicado en 1732.
De escritor anónimo, como casi la
totalidad de los romances populares del siglo XVIII, el romance o romances de
Jacinto Rovira, ya que son dos los pliegos (en uno está narrada la primera
parte de sus andanzas y desventuras, y en el otro la segunda parte) están
compuestos como si fuera el propio Rovira el que nos contara su azarosa vida,
la cual transcurre entre finales del siglo XVII y los años posteriores a
la llamada Guerra de Sucesión, ya que, aunque en el romance no se nos dan
demasiados datos sobre la época, podemos ya adelantar que Jacinto Rovira
existió realmente, y que el romance está inspirado en la causa que se le
instruyó por sus delitos en la Sala del Crimen de la Real Audiencia y
Chacillería de Valencia entre los años 1716 y 1718.
1) EL ROMANCERO POPULAR DEL SIGLO XVIII
Desde los estudios de Menéndez Pidal en las
primeras décadas de este siglo se ha aceptado generalmente que al llamado
romancero viejo, de carácter épico-popular, le sucedió en el siglo XVII el romancero
culto o artístico que en buen medida ocasionó el olvido del anterior, aunque,
eso sí, el épico-popular quedó latente en la tradición oral hasta que en el
siglo XVIII volvió a renacer, llegando hasta el siglo XIX con fuerza quizá
debido al movimiento romántico.
El romance popular durante el
siglo XVIII está, naturalmente, influenciado por los gustos populares de la
época, sus moldes siguen siendo los del romancero viejo, es decir, sigue siendo
poesía narrativa en verso octosílabo, pero las historias que cuenta son más
realistas encontrándose en éstos apena lirismo, fuerza épica, sentido honor,
sincera profana, o amor a la patria o semejantes.
Los temas de que trataban eran de
pésimo gusto para la minoría culta, pues eran asuntos de violencia, dramáticos
y a veces inmorales, reflejando un cierto pesimismo y desilusión respecto de
los ideales nobles. Son temas relacionados con la picaresca del mal vivir, el
bandidaje, la burla, el escarnio, la monstruosidad, y lo maravilloso ya fuera
divino o demoniaco, con un intento del poeta por resultar ejemplar, pero sin
evitar en la narración detalles morbosos con el fin de excitar el fino instinto
dramático de aquellos que leían el romance, los menos, o de aquellos que lo
escuchaban recitar que eran los más, ni que decir tiene que el final del
romance siempre era el castigo y la muerte, y en pocas ocasiones el perdón del
protagonista del romance.
Era una poesía destinada a la
población más común, y en el siglo XVIII esto es como decir a la gente
campesina y a la pobre de las ciudades, en su mayoría analfabeta, a las cuales
el recitado de estos romances en alguna esquina por algún ciego cantor era uno
de los pocas posibilidades de escape a la fantasía. La aceptación de este tipo
de romance, como dejó escrito Julio Caro Baroja, fue muy grande, y las imprentas
andaluzas, y como veremos también alguna valenciana como la de Laborda,
imprimieron millares de pliegos sueltos durante el siglo XVIII y parte del XIX.
En general, como ha escrito
Aguilar Piñal, este romancero popular ha sido generalmente despreciado por
los críticos, pero no hay que olvidar que es un reflejo del alma popular, y por
lo tanto nos ayuda a conocer nuestro pasado, y en definitiva es parte de
nuestro patrimonio cultural e histórico.
Por último, antes de pasar a
comentar el romance sobre Jacinto Rovira, hay que decir que la edad de oro de
esta romancística popular fue el reinado de Felipe V, y sobre todo los años
posteriores a la Guerra de Sucesión, quizá debido al apoyo popular que
encontraron los contendientes de esta guerra, a la violencia de aquellos años y
a las desgracias ocasionadas por la propia guerra. Tal será el caso también del
romance sobre Jacinto Rovira, aquel en el que se cuentan los valerosos hechos,
muertes y resistencias de este arrogante mancebo natural de la villa de Ayelo
en el Reino de Valencia.
Fernando Goberna Ortiz
Almaig, Ontinyent. 1998
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