Del jardí bell de València
és Ayelo ermosa flor
que escampa, arreu, les fragàncies
que despedeix lo seu cor
Miguel Ferrándiz . "Himne a Ayelo"


viernes, 7 de agosto de 2020

SAN ENGRACIO MÁRTIR. Los Mártires catacumbales romanos. Rvdo. Andrés de Sales Ferri Chalía



La devoción de los Mártires romanos enterrados en las Catacumbas encontró en el Concilio de Trento tierra abonada para una rápida y múltiple expan­sión por todo el ámbito eclesial ca­tólico. Y ello debido, sobre todo, a la eficaz, respuesta conciliar a las tesis luteranas iconoclastas de la herejía protestante. La Contrarreforma redescubrió el va­lor martirial de los cristianos muer­tos por su defensa de su fe, y el providencial hallazgo o redescubri­miento de las Catacumbas de Roma, al mismo tiempo que se promulgaban las normas concilia­res confirmaba lo que había sido decretado respecto al culto que de­berían recibir los cuerpos santos catacumbales. Fácil es imaginar el trasiego que estos cuerpos santos iban a tener favoreciendo a todos los que solicitaban reliquias de los Mártires, la extracción y distribu­ción de cuerpos santos duró unos tres siglos extendiéndose su culto por toda la iglesia católica.

Por lo que respecta a nuestra Diócesis Valentina es necesario re­cordar dos famosos Relicarios: el de la iglesia del Real Colegio de Corpus Christi y el del Real Monasterio de la Trinidad. El pri­mero fue voluntad personal de San Juan de Ribera, con quien colabo­raron distintos miembros de su propia familia y de la nobleza; por lo que respecta al segundo, fue do­nación de la condesa de Cocentaina y de la Puebla en 1633. El primero podemos contemplarlo aún gracias a Dios, mientras que del segundo sólo quedan algunos relicarios'.

La llegada de cuerpos de mártires romanos a la Diócesis de Valencia tuvo lugar entre 1587 y 1846, iniciándose entonces un cul­to particular a cada una de las po­blaciones a donde fueron traslada­dos, con tanto arraigo que aún hoy permanece vivo en la religiosidad popular de los feligreses. ¿Quién los trajo?, a esta pregunta se ha de responder que las reliquias de cuer­pos martiriales llegaron a pueblos diocesanos, en su mayoría gracias a los franciscanos nacidos en di­chas poblaciones que se encontra­ban en conventos romanos. Tal es el caso de Aielo de Malferit, Benifairó de Valldigna, Jarafuel, Pobla de Farnals y Sagunt. Con es­tos artículos podremos conocer la presencia de los mártires en la reli­giosidad popular valentina, y su testimonio seguirá siendo semilla de nuevos cristianos.

AIELO DE MALFERIT. San Engracio mártir

En las catacumbas de Santa Priscila, Via Salaria Nova, fue halla­da el 7 de enero de 1804 una tumba en la que se leía: “Corpus Engratii Martyris”, junto a un vaso de vidrio teñido en sangre del mismo, resultan­do según el veredicto de quienes lo extrajeron pertenecer a un joven de unos veinte años. El 29 de diciembre de 1839 este cuerpo santo le fue en­tregado al padre José Soler, guardián del convento franciscano de Sancti Quaranta, natural de Ontinyent, a quien lo había solicitado D. Juan Bta. Bataller cura párroco de Aielo de Malferit. Autenticadas las reli­quias por el Arzobispo de Valencia, fueron introducidas en una imagen del Santo, en cuyo pecho se coloca­ron, trasladándose luego a la parro­quia de San Pedro apóstol de la men­cionada población el 2 de agosto de 1840. La noticia de la concesión de este cuerpo santo aparece anotada en el Quique libri, libro de Bautismos, de este modo: “Ese día. siete de Marzo, se recibió la noticia del Santo cuyo Cuerpo Santo se esperaba de Roma, en cuya memoria se le puso el mismo nombre al primer niño que se bautizó Engracio Belda Vidal”.

En 1846 el citado D. Juan Bautista Bataller párroco de Aielo de Malferit editó una “Novena al glorio­so mártir romano San Engracio cuyo sagrado cuerpo se venera en la Parroquial Iglesia de la Villa de Ayelo de Malferit”, publicándose también en hojas en folio los “Gozos al glorioso San Engracio, mártir ro­mano" que entonan los fieles en la solemne jomada patronal celebrada anualmente el día 7 de agosto, para que en espectacular “Baixà" es tras­ladada su imagen al templo parro­quial donde se celebra la misa solem­ne, siendo devuelta al ermitorio del Calvario en la jornada del día si­guiente. Las reliquias del Santo Mártir fueron consumidas en el in­cendio producido en el templo en 1936.

Religiosidad Popular Valentina
                                                                                                         Rvdo. Andrés de Sales Ferri Chalía


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