¿Quién dijo que el mundo no tiene corazón?...
Mientras exista una madre, tengamos plena seguridad, no se extinguirá el fuego o la llama del amor.
El otro día vi unas imágenes en la Televisión y contemplaba a una anciana, que estaba siendo homenajeada, por haber sobrepasado o cumplido los CIEN años de existencia. Me emocioné y lloré silenciosamente al ver en ella a mi madre que se encuentra muy cerca de este aniversario centenario. Me sentí más niño que nunca al ver a aquel ser tan débil, que apenas sabia lo que hablaba pues sus facultades mentales no le acompañaban y al mismo tiempo, de sus ojos brotaban lagrimas de alegría al darme cuenta que mi madre seguía con plenas facultades, consciente en todo momento de lo que hace y con una memoria que muchos de nosotros desearíamos tener.
Y en aquel momento sentí mucho miedo. Miedo de perderla.
Y fue precisamente en aquel momento cuando recordé que nuestro programa de fiestas venimos, cada año, dedicando un recuerdo para los que nos han dejado; para los que nos acompañaron durante años en nuestro caminar por este mundo, por nuestras tierras, en nuestro pueblo, en nuestras fiestas. Y me hice la pregunta de ¿Por qué no hemos dedicarlo a las personas que por motivos u otro se lo merecen?...
Y considerando que tenemos en Aielo, tal vez única, nacida en el siglo pasado la veo merecedora de este grato recuerdo, aunque sencillo, y para recordar también a las demás madres ancianas de nuestro pueblo.
En la presente ocasión recae sobre la persona: JOSEFA UREÑA MARTÍ, conocida, desde siempre, por todos nosotros por “PEPA LA FABRIQUERA”, y que precisamente es mi madre.
Diréis que soy egoísta al efectuar esta dedicación sobre la persona que dio luz a mi ser. Con sinceridad he de reconocer que así es. Pero me apoya y alaga la sensación de que es a una persona a quien todo el pueblo quiere y estima en gran manera, como venís demostrándolo a ella directamente.
Ya en otros momentos fue homenajeada por diversas entidades: primeramente, por la Cofradía de Jesús Nazareno y Virgen de los Dolores cuando presidia esta Cofradía Salvador Colomer Egea., de grato recuerdo, y posteriormente por el Excmo. Ayuntamiento y por la Conselleria de Cultura de nuestra Generalidad Valenciana, en el acto final de la semana que en 1992 se celebró dedicada a los jubilados y pensionistas de nuestra población.
Pero como, tanto en uno como como en el otro homenaje, no trascendió a la totalidad de la población quiero aprovechar esta oportunidad de nuestro programa para hacerle llegar este mensaje de amor que no dudo ha de ser aceptado por todos.
Pepa: sabemos que trabajaste desde el alba a la noche para llevar adelante tu familia, ya que con resignación aceptaste los designios de Dios al dejarte pronto tu marido, mi padre.
Con verdadero espíritu cristiano has sobrellevado todas las amarguras y sinsabores que este mundo te ha deparado, pero también has sabido agradecer a Dios las alegrías que después te han ido llegando.
Pero de manera especial, hemos de reconocer que has sido y sigues siendo persona humilde, generosa y con un corazón, que aun cuando poco a poco se va agotando, sigue lleno de alegría y abierto para todo aquel que a ti se acerca.
Dicen que el sentimiento puede fánguense y la sonrisa también. En ti la sonrisa sale de tu corazón antes que de tus labios y con esa sonrisa nos enseñas lo que contiene tu alma. Tu sonrisa tiene el significado de credencial de simpatía; viene a ser la llave de las puertas de tu cordialidad.
Y mi homenaje a ti y a todas las madres ancianas de nuestro pueblo. Y porque queremos que no suceda en vosotras lo que solemos decir de la senectud de que suele ser siempre una edad triste. A todos pido que ayudemos a nuestras madres para que el tiempo del cariño, del calor, y de las compensaciones y queden borradas para siempre esas horas de la ingratitud, del abandono y del silencio.
Y porque sabemos que el anciano vive metido en sus tristezas; sumido en un mar de nostalgias; rememorando esa vida llevada llena de obligaciones , pero una vida llena de honradez, de ilusiones y esperanzas; recodando sus años de juventud trabajando para los suyos y especialmente ahora recordando los pocos años que le quedan de vida, nosotros como vuelos hijos y que lo pasaremos también después, premiémosles estos momentos últimos con nuestro total apoyo, como Dios les premiará en el mas allá cuando les llegue esa hora sublime.
Pepa: solo deseo que ahora pienses, como como decía Cicerón; “Nadie es tan viejo pero que no piense que aún puede vivir más”.
Con este pensamiento estoy convencido has de cumplir también los cien años, como la anciana de la televisión, pero con las facultades mismas que ahora te encuentras.
Y ten por seguro que aún cuando llegue el momento de que tu voz se marche antes que tu alma, la seguiré oyendo, seguiré creyendo en ella y la recibiré como el mejor concierto que un hijo puede escuchar por tu ternura, por tu bondad y por tu sencillez.
Te lo mereces. Gracias Pepa.
Gracias madre.
Rafael Belda Ureña. Programa de festes de 1994
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