LA EPIDEMIA DEL CÓLERA MORBO LLEGA A
LA VALL D'ALBAIDA.
Sello de la Alcaldía de la primera mitad del siglo XIX. (Todo parece indicar que es anterior al sello con la imagen del león). |
El cólera era una enfermedad endémica desde antiguo en el subcontinente indio, especialmente en el delta del Ganges. De esta región procedía las epidemias y pandemias que asolaron el mundo en el siglo XIX. En España fueron cuatro las grandes epidemias, la primera, que es la que nos ocupa, años 1833 a 1835, se calcula que ocasionó en toda España unos 300.000 muertos (de esta epidemia es de la que menos datos estadísticos se tienen), la de los años 1853-55, que ocasionó unos
236.000 muertos, la de 1865, que fueron 120.000, y la última en el año de 1885 (de ésta parece que es la tradición oral que ha quedado en Ayelo de lo relacionado con la Casa de la Por) que se estima fueron también 120.000 los muertos11.
La mejora de las comunicaciones favorecieron durante el siglo XIX la propagación de estas epidemias, pues es la persona afectada la que va transmitiendo la enfermedad al contaminar el agua y los alimentos, claro que en 1834 esto se
ignoraba pensándose más en factores ambientales o climáticos (en 1883 fue cuando R. Koch vio sin ningún género de dudas al microscopio que el causante era un microorganismo, el vibrión colérico, y en 1884-5 el español Ferrán
preparó y ensayó una vacuna que se demostró efectiva). No obstante, se tomaban medidas adecuadas de aislamiento de las poblaciones afectadas como ahora
veremos, pero una
vez
desencadenada la
epidemia
poco
se
podía
hacer,
tan sólo esperar que pasara cuanto antes el período ascendente de contagio, que era cuando más personas quedaban afectadas, y llegara el descendente hasta que desaparecía la epidemia, dejando, eso sí, una horrorosa mortandad la mayoría de las veces.
De la enfermedad en sí, los folletos de la época describían que comenzaba por un período de incubación o colerina en el cual el paciente notaba alteración en el pulso (fiebre), calambres en pies y manos, náuseas-vómitos, y diarreras sanguinolentas u oscuro-verdosas. Se recomendaba entonces que, ante estos síntomas, sin pérdida de tiempo el posible afectado dejara todas sus tareas y quedara en cama adietándose,
es
decir tomando algún caldo ligero, si el paciente era nervioso se aprovechaban las infusiones de manzanilla, salvia, tilo o luisa, para añadir algunas gotas de láudano (que desde antiguo se usaba para dolores en general), a los flemáticos, cuya
lengua se presentaba sucia se había visto efectivo dar algún vomitivo como granos de ipecacuana, o aceite mezclado con jarabe emoliente, tampoco se descartaba para los afectados pictóricos y jóvenes alguna evacuación de sangre, o sea sangría. Este período podía durar de forma variable algunos días, y curarse o pasar al período álgido que era el más peligroso para la vida del paciente. En éste el cuerpo se enfriaba y cadaverizaba, apareciendo manchas lívidas o azules por todo él, el pulso y la respiración se volvían débiles, el paciente se quejaba en el vientre de ráfagas de un fuego intolerable, calambres por todo el cuerpo y sed ardiente,
aumentaban los vómitos y diarreras. Poco se podía hacer en este período, tan sólo calmar
la sed
con
pedacitos de hielo en la boca, cucharaditas de agua azucarada y fría, cataplasmas
emolientes y cargadas de láudano en los sitios de los calambres, y aumentar el calor del enfermo como fuera, y para esto se
aconsejaba hacer baño de vapor dentro de la cama, o lo que se llamaba cauterizar la columna vertebral, que era poner a lo
largo de ésta una tira de franela empapada en iguales partes de aceite d trementina y amoniaco, pasando luego
por encima una plancha bien caliente; y también, como remedio en esta fase
desesperada se podía aplicar las socorridas sanguijuelas, que se recomendaba
poner en la
cabeza,
colocando después trozos de hielo en las heridas. Si el paciente no moría su cuerpo comenzaba a reaccionar
y a calentarse entrando en un período de convalecencia, pero aún en esta fase
no estaba fuera de peligro pues se había visto que, a veces, de forma inopinada retrocedía
al período anterior (12).
Esta epidemia que afectó a España en año 1834 se pudo seguir bastante bien desde origen en Asia, y sin duda fue favorecida por mejora de las comunicaciones como
hemos dicho. Comenzó a detectarse esta gran epidemia en Asia en el año 1817 donde hizo estragos, pasó luego a Rusia y norte de Europa en el a 1829, luego a Inglaterra, Francia y
Portugal sobre todo en los años 1831 y 1832, y desde este último país penetró en
España afectando a Extremadura y Andalucía en el año 1833, aplacándose un poco
para en junio de 1834 volver con fuerza y afectar el reino de Murcia y Valencia momento éste
que es el que nos ocupa.
Con fecha de 17 de junio de este año 1834 llegaba a Ontinyent un oficio por vereda circular (es decir
por la forma más rápida, utilizando senda y atajos), de la Junta de Sanidad de
la ciudad de Sn. Felipe, o sea Xàtiva. Avisando que, en la población de Lumbreras, Diputación de Lorca, había aparecido una
enfermedad desconocida cuyos síntomas hacían sospechar se tratase del cólera
morbo. Era una noticia preocupante, y la Junta de sanidad de Ontinyent, como medida
precautoria dado que no estaba confirmada la enfermedad, acordó colocar guardias
en los caminos de la Villa que confinaran con los del Reino de Murcia. Pero el día 19 había llegado una carta particular de
Orihuela en la que se informaba que en la ciudad había aparecido la enfermedad, la cosa empezaba a ser
seria, y la Junta acordó poner guardias de sanidad en las cuatro puertas de la
Villa.
Así las cosas, el 24 de junio se recibe en Ontinyent nuevas
instrucciones del Gobernador Militar y Político de Sn. Felipe relativas a las medidas
adoptadas para
prevenir la posible epidemia. Se pretendía formar un cordón sanitario-militar
que cubriera todas las avenidas y gargantas de la línea que corría de norte a
oeste del Reino de Murcia, para dirigir la fuerza de militares y voluntarios
que se encargarían de esa misión se nombraba al teniente coronel D. Nicolás
Yrulegui, para lo cual tenían que colaborar todas las justicias de los pueblos
con el fin de facilitar cuantos auxilios fueran necesarios para cubrir todos
los caminos que tuvieran comunicación con aquella zona declarada ya en estado
de contagio; asimismo, deberían establecerse, caso de que no lo estuvieran ya,
lazaretos en las poblaciones de Fuente la Higuera, Bocairent, Alfafara, Ayora,
Enguera, Mogente y Ontinyent, para que ingresaran en ellos, y permanecieran en observación,
todos aquellos viajeros sin los permisos y pasaportes sanitarios; por su
parte, las poblaciones en las que se declarara la epidemia quedarían
incomunicadas con sus pueblos vecinos, recomendándose que los pueblos se limpiaran
el interior y exterior de los edificios y casas, y que todos se sujetaran a
alimentos sanos y de buena calidad, esperándose contar con la ayuda de las
Juntas Parroquiales para la atención y ayuda económica a los enfermos. Dado
que, como hemos dicho para entonces ya se había publicado en el Boletín
Oficial la incorporación a la Provincia de Alicante de Ontinyent y los pueblos
que antes hemos mencionado, entre ellos Ayelo, el Ayuntamiento de la Villa
consultó al Gobierno Político y Militar de Alicante sobre si debía de recibir
comunicaciones de allí o de Sn. Felipe, a lo que se le contestó que, por
supuesto de aquel gobierno provincial13, pero dadas las circunstancias de
aquel crítico momento poco iba a importar porque a pesar de todas estas
medidas, la epidemia comenzó a llegar ya a poblaciones muy cercanas.
Y así fue, pues a principios de julio aparecen casos en
Caudete, Yecla, Albaida y Adzaneta y comienzan a llegar informes sobre pueblos afectados.
El 9 de julio, de Cofrentes se informa de algunas muertes ocasionadas por la
enfermedad, pues ese día mueren madre e hija en una misma casa, y los días 11
y 16 el marido de aquella y una hermana en otra, habiéndose advertido que unos
segadores procedentes de Yecla de paso por el pueblo habían manifestado
síntomas, de los cuales murió uno de ellos en el campo no lejos de la
población. En Manuel, localidad a cinco cuartos de luega de Sn. Felipe, el día
11 se contaban tres primeros casos, uno de ellos en una casa donde se habían
alojado unos cómicos de la legua, segundo en otra donde se habían admitido
viajeros procedentes de Albaida, presa entonces de la enfermedad, y el tercero
el de una mujer que traficaba en contrabando14, pronto sería afectadas la
misma Xàtiva, Canals y otros pueblos de la Costera.
En Ontinyent de momento no aparecen casos, aunque se recibe información de que, en Albaida, Caudete y Yecla. La epidemia se va extendiendo, la cual hace que en el cabildo del Ayuntamiento de 17 de julio se trata seriamente del posible contagio de la población, pidiéndose a las comunidades religiosas que organizasen rogativas. El momento más crítico es, sin embargo, alrededor del 24 de julio, pues ese día en cabildo extraordinario se señala que en estas poblaciones de Albaida, Caudete y Yecla el cólera está haciendo estragos15.
Efectivamente coinciden estos días con el mayor número de afectados en Albaida y Adzaneta que serán las dos poblaciones más afectadas por esta epidemia de cólera en la Vall
d'Albaida. En Adzaneta, por ejemplo, del 26 de julio al 31 de agosto se contaron 73 muertes
por la enfermedad16.
Para entonces sufrían la epidemia muchos pueblos valencianos, entre ellos Alzira, Carcagente, Carlet,
Cullera
y
Sueca, y hacia el interior Bicorp, Teresa, Jarafuel y Jalance. En Valencia capital se detecta un primer caso el 3 de julio, día en el que es ingresado en el
Hospital General un presidiario procedente del depósito del Grau, no habiendo novedad hasta el 22
de julio día en el que se añaden varios casos más, pero es en agosto cuando la
epidemia adquiere más fuerza, el día 10 se contaron 39 muertes aumentando en
días sucesivos, siendo el peor el 23 de agosto con 226 muertes, descendiendo
luego lentamente hasta septiembre (mes en el que afectó a las poblaciones del Valle de Sagunto también), noviembre, diciembre e incluso enero, siendo la cifra total de muertos por
esta epidemia 5427, y esto sólo en Valencia capital17.
A todo esto, ¿qué pasaba en Ayelo en aquellos aciagos
días?, para saberlo contamos con el inestimable relato del párroco de entonces Juan Bautista Bataller.
Fernando Goberna Ortiz
Programa de fiestas 1995
(II part )
No hay comentarios:
Publicar un comentario