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sábado, 9 de febrero de 2019

A DOLORES RICO COLOMER, AIELO DE MALFERIT 1903-2003.


A Miriam Vicent Aparici, Reina de Fiestas 2003.

Quisiera decir antes que nada, que participar en el Programa de Fiestas de este año, me llena de alegría, me emociona. Siento un gran cariño por Aielo, no solo por las raíces familiares que me unen a él, también por los recuerdos de mi infancia que viví aquí. Mi prima Lola (la mañana) me comentó la idea de poner una foto antigua de mi madre, en el programa de Fiestas de este año, la idea me gustó mucho, se cumplen cien años del nacimiento de mi madre y nació en Aielo, este es un buen motivo para escribir sobre ella, hacerlo en el programa de Fiestas de su Pueblo al que tanto quería, me llena de satisfacción, lo hago como homenaje a su memoria.
Pero veréis que este escrito tiene dos dedicatorias, no es una casualidad, mi madre es la bisabuela de la reina de fiestas de este año; éste es otro buen motivo para descubrir un poco de Historia, es importante saber de dónde venimos, quiénes somos y a dónde queremos llegar, ésta, es una pequeña parte de esa Historia.
Nació en Aielo de Malferit el 19 de Julio de 1903, en la calle del Carmen nº4, en la familia de “els mañanos", aquí la llamaban cariñosamente "Doloretes la mañana", ella siempre sonreía cuando lo escuchaba, su sonrisa, llenaba todo el espacio donde se encontraba. Cuando yo venía (aún hoy) me gustaba mucho que me preguntaran si yo era la hija de Doloretes, la "mañana", siempre me ha hecho feliz ese reconocimiento.
No conocí a mi Abuelo Salvador ni a mi Abuela Maria, nací bastantes años después de que ellos murieran, mi madre y mis tíos me decían siempre, que yo me parecía a la Abuela María, porque soy pequeña como ella, me alegraba mucho que me lo dijeran. Mi madre tuvo tres hermanos y una hermana, el tio Savoret, aquel hombre pequeño con un poco de genio y que siempre iba a la suya, la tía Asunción, también murió antes de que yo naciera, la conocí a través de una fotografía que siempre vi en una de las paredes de mi casa, y por lo que mi madre hablaba de ella, así aprendí a quererla, el tío Ramón, hombre de cuerpo erguido que daba la impresión de no dejarse doblegar por nada ni por nadie, después de él, estaba mi madre, por último el tío Pepe, un hombre bueno, de sonrisa ancha, siempre me hacía reír, yo sentía por él un cariño especial, recuerdo que cuando le besaba su barba siempre "picaba", yo siempre protestaba y a él le divertía mi protesta.
Mi madre se casó en Aielo por primera vez, aquí nacieron tres de mis hermanos, Visentico, Rafael y Juanito. Enviudó y volvió a casarse, viniéndose a vivir a Ontinyent, donde nací yo y tres de mis hermanos, Fina, Trini y Conchin. Mi madre siempre se sintió orgullosa de sus raíces, amaba la tierra que la vio nacer! Se le iluminaba la cara cuando hablaba de Aielo; de sus años de niña, de joven, de su familia, lo hacía de tal manera que contagiaba, nos transmitía el cariño que sentía por su tierra repetía muchas veces aquel refrán que dice “de Aielo al Cielo y en el Cielo hay una ventanita donde se ve Aielo", sonreía cada vez que lo toda decía, su amor por su Pueblo lo conservó hasta el último día de su vida.
Con mi madre y mi padre (también se cumplen cien años de su nacimiento, así que va también por él) veníamos muy a menudo a Aielo, mis hermanos pequeños mis hermanas y yo pequeñas en medio de los dos. Recuerdo los caminos por los que veníamos a pie, la “sequia", con todas las dificultades que tenía las "subiditas de la Serratella", pero a pesar de todo, aquellos viajes eran toda una fiesta, siempre lo he recordado con mucho cariño, forman parte de mi vida. Recuerdo que cuando llegábamos a Aielo, a mí me faltaba tiempo para preguntar por el tío Pepe si no lo veía, si no estaba en casa, es porque estaba en el rio ¡cómo corría yo la calle del Carmen abajo para buscarle! ni la pared del lavadero me detenía, corría hasta encontrarle, algunas veces él ya subía cuesta arriba con su "capazo", cuando me veía se reía por la carrera que yo llevaba, me cogía de la mano y yo era la niña más feliz del mundo.
Hay otra imagen del tío Pepe que recuerdo con mucho cariño, cuando le vi pisar uva para hacer vino, fuimos mi primo Pepe y yo a verle donde hacia ese trabajo, recuerdo que los dos nos quedamos con la boca abierta. La casa del Carmen n°4, guarda para mí muchos y felices momentos. Recuerdo la vieja "mecedora" por la que nos peleábamos por quién llegaba primero, peleas sin maldad con las que no divertíamos. Yo siempre me dormía en ella cuando conseguía llegar primero, recuerdo las noches en que me ponía charla que charla, no dejaba dormir a mis primas, ellas aún me lo recuerdan.
Tenía mi grupo de amigas, porque de niña pasaba mucho tiempo aquí. Encontré en Ontinyent hace poco una de aquellas niñas, (ya no lo somos ninguna de las dos) reconozco que yo no la recordaba, pero ella sí me reconoció, las dos recordamos los bonitos que  fueron aquellos años y lo lejos que están ya. Hay otros recuerdos que conservo, de cuando yo venía a Aielo, había una visita que siempre hacia, a la tía “Chirra”, vivía en la Plaza del Palacio, creo recordar que era prima de mi madre, yo la quería mucho, visitarla era algo que me hacía feliz, de ella recuerdo que era una mujer bondadosa, recuerdo que tenía varios hijos e hijas, algunas de sus caras aun las recuerdo, claro que con el paso d tiempo, todas cambiamos, de lo que no he olvidado nunca, es de lo bien que me sentí en aquella casa cada vez que iba, me emocionaba recodar todas estas cosas, y esa emoción me hace sentir viva.
Ninguno de mis hermanos que nacieron aquí, olvidaron sus raíces, las sentían y las vivían, Vicentico venía con mucha frecuencia, le pregunté un día (yo tenía trece años) que si tenía novia aquí, me miró y sonrió pero no dijo nada, yo siempre pensé que se casaría con una chica de aquí, pero murió joven y la vida no le dio tiempo para más. Rafael respiraba Aielo por cada poro de su piel, claro era el fin de semana, que no cogía su moto y se venía, visitaba a su familia y a sus amigos, ¡que los tenía!, en ocasiones, cuando su moto le fallaba siempre había algún amigo que lo traía. Juanito, tu abuelo Mirian, ¿qué podía contarte de él?, de niño fue mi compañero de juegos y era muy divertido, una vez jugábamos al escondite con una perra que teníamos en casa, yo tenía que sujetarla hasta que él se escondiera, cuando la perra vió él corría, corrió detrás de él y a mí me tiró dentro de un charco, ¡Cómo se reía el muy "pillastre" cuando me vio entre agua y barro! Se casó y volvió donde estaban raíces, aquí formó su propia familia, recuerdo en una ocasión en que vine a Aielo, que pidió que le acompañara a verte, estabas jugando en el patio del Colegio, tú no te acordaras porque eras muy pequeña, nos paramos los dos en la verja y metiendo la mano en el bolsillo sacó un caramelo y te llamó al tiempo que te lo enseñaba, ¡cómo se le iluminó la cara al ver que corrías hacia él! se le dibujó una sonrisa de esas que te convencen de que el amor existe, ¡jamás lo olvidaré!. iQue si le gustaban las fiestas? ¡Festero por los cuatro costados! estoy segura, de que esté donde esté, sabe que eres la reina de este año, seguro que se vestirá de OLEYANO y desfilara contigo y tú lo veras con los ojos del corazón, que es como vemos a las personas que amamos y que están en otro lugar, porque los ojos del corazón, llegan donde no pueden llegar los ojos de la cara.
Miriam, cumples años, estrenas mayoría de edad y eres Reina, deseo que seas Reina de ti misma, y todos los dias de tu vida y, que estas fiestas, sean para ti inolvidables ¡seguro que lo serán!
Quiero terminar con un poema que escribí hace tiempo en homenaje a mi madre, deseo con toda sinceridad también, que las ciudadanas y ciudadanos de Aielo disfruten de estas fiestas, al tiempo que recordamos con cariño y respeto, a los que un día las compartieron con nosotros. 

Lola Peralta Rico
Ontinyent, abril 2003 


CARTA A MI MADRE

Te fuiste hace ya un tiempo
y ahora te quiero escribir,
para decirte ¡tantas cosas!
que antes no supe decir.

Fuiste la sal de la tierra
de la mía que tu engrandaste,
y para que yo vida tuviera,
nueve meses en tu vientre me guardaste.

Nací en un duro invierno
y tú me arropaste con tu calor,
empezando en mi tierra a sembrar
la semilla de la verdad y el amor.
¡mejor herencia no podía yo heredar!

Hoy, camino entre la gente,
al recordarte siempre tengo que recordar,
y que aunque mucho tu sufriste
te vi más veces reír que llorar.

¿es que acaso de payaso
la vocación tu tenías?
que como escondías tu pesar
para pintar en nuestras caras alegrías

Tal vez aquel gesto tuyo
yo aprendí a saborear,
que la dulzura es hija del amor
y también del amor, es hija la verdad.

Te fuiste de madrugada
sin quererme despertar,
yo te llamé después desesperada
¡pero ya no me pudiste escuchar!

Pensándolo bien,
del todo no te has marchado,
porque esté yo donde esté
¡siempre te siento a mi lado!.

Porque sigo escuchando tu voz,
te oigo tararear tus canciones,
¡y tantos recuerdos juntos
mi alma llenan de emociones!

Por eso escribo a la tierra,
donde tu cuerpo reposa,
y grito a los cuatro vientos con emoción,
que en mi jardín ¡madre!
¡tú fuiste la flor más hermosa!




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