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sábado, 15 de enero de 2011

El Ensanche




El Ensanche nevado en la década de 1960. Foto: Arxiu Fotogràfic Biblioteca Degà Ortiz



Recién llegué en abril de mi pueblo, Ayelo, donde pude disfrutar con los míos las fechas de Semana Santa y Pascua y convivir con los que, casi todo el año, tengo tan lejos en la distancia y tan cerca en el corazón. Con la llegada, y disponiendo de tiempo, he decidido hurgar en el baúl de la memoria, revolviendo viejos recuerdos de nuestro Ensanche.

Asomada a mi balcón del Carrer Major he imaginado cómo ha de quedar tras las obras y he sentido una punzada de nostalgia rememorando su imagen tan nueva pero igual aunque diferente a la que conservo almacenada entre los recuerdos de niñez.

Esa misma nostalgia, me ha llevado a un poema escrito por mi marido y dedicado a nuestro pueblo.

MI PUEBLO

Como pintado de vivos colores,
por un pequeño arroyo regado,
por un alegre jardín adornado
está el pueblecito de mis amores.
Ya de madrugada los labradores
y mulos cargados con sus arados,.
que sus estrechas calles han cruzado,
en el campo comienzan sus labores.
Un viejo campanario lo domina,
un palacio nos habla de su historia,
un verdor que a lo lejos se adivina,
la huerta que retumba con su euforia,
varias fuentes de agua cristalina,
es todo lo que acude a mi memoria.

José Belda. Onteniente 1954


Parte fundamental de nuestro pueblo ha sido, es y será Nuestro Ensanche, y digo "nuestro" porque para muchos de nuestra generación fue el centro social de la vida ayelense. A lo largo de su recorrido jugábamos, paseaban los enamorados novios para sentarse, cogidos de la mano, en sus bancos de piedra testigos de su amor bajo la atenta mirada de las monjas atentas a captar los arrumacos propios de la edad. En Nuestro Ensanche, se bailaban danzas (aún recuerdo a Enriqueta Ferrándiz y al Tí Molina que, para mí, en sus evoluciones eran los mejores) se desarrollaban conciertos y, mucho después, tocaron los conjuntos durante las fiestas e incluso nos "deleitamos" con el "Canto de aficionados".

Gracias a la presencia de palmeras y árboles ornamentales, Nuestro Ensanche fue escenario ideal para la realización de tantas fotografías, aquellas estampas en blanco y negro que hoy nos permiten recordar cómo era hace tanto tiempo ya que su paisaje era el fondo perfecto para los sonrientes rostros de los retratados.

Igualmente, y durante las épocas de sequía, se convertía en improvisado centro de abastecimiento del agua potable del pueblo. Aún recuerdo cómo se llegaban a concentrar más de sesenta cantaros en una sesión, que guardaban religioso turno apoyados a la baraneta hasta llegar a la fuente ubicada al principio del ensanche para poder acceder al necesario liquido elemento.

Así mismo, Nuestro Ensanche era la puerta de entrada a Ayelo aunque a buen seguro a los más jóvenes les costará imaginarlo pero más allá del ensanche todo era campo a ambos lados de la carretera hasta llegar a La Venta, se trataba de la carretera de entrada al pueblo, jalonada por hermosos nogales plantados por la Diputación y que, en septiembre, veían como los niños saqueaban completamente sus frutos. El autobús entraba al pueblo por el centro y arribaba a eso de las doce a la casa del cartero para depositar la correspondencia durante mucho tiempo a la Plaza del Hostal, más adelante hasta el Carrer Oriente, donde le esperaba la cartería de Pepe Tarugo.


El Ensanche en la década de 1950. Foto: Arxiu Fotogràfic Biblioteca Degà Ortiz


Muchos años y muchas paradas de autobús después, Nuestro Ensanche fue cerrado al tráfico motorizado permitiendo a tantos niños jugar sin peligro entre sus árboles. Con el tiempo, se instalaron los setos y los arcos de forja a modo de separación entre el propio paseo y sus jardines.

Claro que Nuestro Ensanche no fue siempre así.

Según contaba mi madre, que aseguraba que vio cómo se hizo, la superficie que hoy y siempre ha ocupado el Ensanche fue, anteriormente, el Huerto de Adriano; un muro cubría todo su frente y el único acceso era una puerta. Tengo entendido que el Ensanche se abrió coincidiendo con la inauguración de las Escuelas, aunque desgraciadamente, la distancia me ha impedido documentarme acerca de este hecho. Claro que este escrito no pretende mostrar fechas sino vivencias obtenidas de este lugar por mi generación y, por qué no, por las pasadas y estas líneas no son más que un modesto homenaje a ellas.

Cuando entrabas en el ensanche te encontrabas en primer lugar la fuente, con un agua deliciosa, un banquillo donde por las mañanas y al atardecer se sentaban los abuelos a contar sus batallitas y a arreglar el mundo, abajo de ese banquillo estaba el ambeuraor que se llenaba con el agua de la fuente, y al que, pese a estar preñado de avispas, acudían los labradores por la mañana y al volver del campo a dar de beber a las bestias. A continuación el convento, lo que ahora es el hogar del jubilado que, en tiempo de mi niñez, era asilo para personas sin recursos o familia, en lo que después se convirtió en colegio hasta que las monjas franciscanas lo dejaron hace yá bastantes años. Tras esto, no había más que campo.

A la izquierda estaba el Cuartel de la Guardia Civil, a continuación las Escuelas y al final la casa que, según me comentan, hoy en día va a ser convertida por el Ayuntamiento en puesto de la Policía Municipal. Adosadas a la pared de las escuelas había como dos casetitas que durante las fiestas se abrían como merenderos (las conservo en una de mis fotos de infancia).

Hoy en día sigue siendo lugar de juego para los niños y de reunión para las madres. Por las noches todavía hay nostálgicos que les gusta pasear por él y sentarse en sus bancos.

Y como no, sigue siendo lugar central en las Fiestas de Moros y Cristianos, no en vano es lugar de partida de la Entrada de Bandas, epitafio de la Entrada Triunfal y sede de la Toma del Castillo.

Quiero terminar este escrito con la nostalgia que sentía ese mismo joven de su pueblo diez años después cuando hacía sus milicias en Montejaque, Málaga.

Me siento lejos de tus blancos muros,
de las sombras que vierten a la calle.
Me siento lejos de tu hermoso valle,
de tus campos y tus aires.
Caminando por parajes oscuros,
recuerdo tu más mínimo detalle:
de tus gráciles jóvenes el talle
y de tus mozos sus pasos seguros.
Por estar ausente me siento triste,
ansío volver a pisar tu suelo
y ver el sol, que tus tejidos viste
hallar entre tus muros el consuelo
y conocer los cambios que tuviste.
vivir siempre bajo tu puro cielo.


Mª Dolores Álvarez Colomer. 4 de Mayo 2009, Alcalá del Río (Sevilla). Publicado en el Libro de Fiestas de 2009.

2 comentarios:

  1. Gracias Dolores por hacerme recordar ese ensanche tan querido que todos los mayores tenemos guardado en la nostalgia de nuestros recuerdos.Ahora nuestros nietos siguen disfrutándolo y no dudo de que para ellos también será un grato y emotivo recuerdo cuando sean mayores como nosotros.
    También gracias a tu marido por las entrañables poesias que dedicó a nuestro pueblo y que demuestran lo mucho que lo quería.

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  2. Cordial saludo
    Quiero felicitarlo por este estupendo blog. Soy realizador de televisión y estoy interesado en alagunas de las fotografías que aparecen aquí, quisiera saber que debo de hacer para adquirirlas poder hacer uso de ella en algunos mis programas.
    Gracias
    teveomartin@hotmail.com

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