Año 1982. Dos de las más jóvenes "balladores" del ya desaparecido Grup de Dances d'Aielo de Malferit. Foto: Arxiu Fotogràfic Biblioteca Degà Ortiz. Noelia Vidal
"LES DANSES" DE AYELO DE MALFERIT
por Elvira Juan Llovet
"El repertorio de bailes y danzas es en las tierras valencianas amplio y variado. Recuerdan, algunas, las que con otros apelativos se conocen en toda la Península, otras, son verdaderamente autóctonas y exhiben, como no, un sello y un carácter muy peculiar"(1).
Algunas de las danzas valencianas presentan ancianas ascendencias y dejos de tipo mítico y ritual.
"Al tipo de baile campesino pertenecen las danzas, "les dançaes", o sea, las bailadas. En tierras de Játiva, Albaida, Onteniente y Bocairente; se verifican en la plaza, saliendo de una casa principal el cortejo de parejas, y formando rueda; el paso de las bailadoras parécese al "bolero"... "(2).
Todas estas características citadas por estos autores, se dan en "les danses" de Ayelo, aunque con peculiaridades manifiestas, sobre todo en la llamada "cadena".
Desde tiempo inmemorial se celebraban "les danses" durante las tres noches siguientes a las fiestas mayores del pueblo, es decir, el 8, 9 y 10 de agosto. Para su organización se nombraba un alcalde llamado "el alcalde de festes". Una comisión, que sólo ejercían cinco días al año, se encargaba de comprometer a las parejas de bailadores. Por la mañana, el "alcalde de festes" y su acompañamiento, iban al son del "tabalet i dolçaina" (o "chirimita"), de casa en casa, invitando a las personas interesadas; gente de todas las edades y clases sociales. Las parejas solían estar formadas por un labrador y por una señorita, o viceversa, lo cuál, tenía un marcado carácter democrático.
Escenario
"Les danses" se realizaban en la plaza mayor, sin entarimado, es decir, a ras de tierra. La zona donde se iba a danzar era rodeada por tres filas de sillas, de distintas alturas, tamaños y colores, pues pertenecían al público. En uno de los lados estaba la presidencia, donde se colocaban las autoridades. Y a derecha e izquierda de la presidencia, el ayuntamiento colocaba dos grandes bancos para las bailadoras.
"Caps de Dansa"
El "Cap de Dansa" es el término con el que se denomina a la pareja que abre y dirige el baile. En este caso, eran parejas veteranas, formadas por señoras mayores y buenos bailadores. No bailaban los fandangos (danzas ligeras), pero sí eran los responsables de que no se desordenaran las parejas en "la cadena" (baile complicado con entrecruzado de parejas). Era tan importante que las tres o cuatro parejas primeras fueran personas muy respetables y equilibradas, que si no era así, los jóvenes se negaban a salir.
Bailadoras preparadas para salir a las danzas. El delantales es más característico en color negro. Foto: Elvira Juan
Indumentaria
Los hombres llevaban pantalón de tela fuerte y buena, de color beige o pajizo, camisa blanca, faja colorada o azul fuerte y "jupeti" (chaleco) de tela de raso, en fondo oscuro generalmente, con pequeñas florecillas bordadas o tejidas en vistosos colores, parecido a los chalecos que llevaban los labradores de Valencia. Se adornaban la solapa con un ramillete de flores de jazmín llamada "broncha"(3). Sobre la cabeza, llevaban un pañuelo de seda, llamado "de pita", colocado de la siguiente manera: se doblaba el pañuelo en diagonal, se rodeaba la frente con él, poniendo la punta libre del lado derecho; se cruzaba sobre el lado izquierdo, sujetándolo por el vértice, y se ataba con un nudo pequeño por el lado derecho, quedando como un "barret", algo más levantado del lado derecho. Esta forma de ponerse el pañuelo se ha conservado hasta hace pocos años, incluso para su uso diario. Hombres de avanzada edad llevaban el pañuelo negro, y lo utilizaban sobretodo para protegerse del frío. Se lo quitaban al entrar en la iglesia, y al salir de ella, en el atrio, se lo volvían a poner.
La indumentaria masculina, a la hora de bailar, era muy importante. Incluso existen coplas al respecto:
L'alegria de un fadries un mocador de pita,una manta morellanai una novia ben bonica.
Las mujeres llevaban una falda larga y hueca, a poder ser de seda con flores medianas, o bien, de tela tornasolada en dos colores: gris y rosa, por ejemplo, o en brillo y mate de un sólo color, brochada, etc. Las faldas llevaban por el revés del borde una cerca de entretela, para que la falda no quedara lacia; iba toda ella forrada. La enagua se almidonaba, y llevaba un volante superpuesto para que sin ensanchar la cintura, ahuecara la falda en la mitad baja. El "gipó" o jubón era de la misma tela que la falda, o bien, de color negro. Llevaban sobre los hombros un mantón de Manila, cruzado sobre el pecho y atado detrás, en la cintura, luciendo la punta bordada, sobre la espalda. Para facilitar el movimiento de los brazos, se lo recogían un poco en los hombros, haciendo pequeños pliegues. La indumentaria se completaba llevando medias blancas y zapatos negros de charol, escotados y de medio tacón. Sobre la falda llevaban un delantal pequeño de seda negra fina (no transparente) y encaje negro alrededor. Hay que tener en cuenta que los trajes eran para las fiestas, no para diario; pero siempre los labradores han llevado ropas decentes para los actos oficiales, fiestas, etc.
Peinado
Habitualmente, las mujeres de Ayelo, tenían una larga cabellera, por lo que para manejarla mejor a la hora de peinarse, empezaban por marcar dos rayas perpendiculares, en forma de "T". Así, la paralela a la cara, dejaba libre la mitad del pelo hacia atrás, y la perpendicular, desde la frente, repartía el pelo restante, en dos partes iguales. Con cada una de estas dos partes, retorciendo el pelo, se formaba un rodete plano sobre cada oreja, dejando libre el lóbulo posterior donde está el orejal. Con el pelo de la media cabeza de detrás se hacía un gran moño, utilizando "rascamoños" a modo de grandes alfileres metálicos con la cabeza decorada, que sujetan el moño horizontalmente, similares a los utilizados en zonas cercanas a Valencia. Los rodetes laterales, no siempre llevaban peinetas decoradas; ocasionalmente llevaba pequeñas peinetas estrechas. La peineta de detrás no era muy alta. Algunas mujeres se adornaban la cabeza colocándose grandes "bronchas" de jazmín en un lado. En ocasiones, el pelo de los lados, no formaba rodetes, sino que, como adorno, formaba un cordón, por cada lado, que se llevaba al moño de detrás donde quedaba anudado.
"Ballaores". Estas jóvenes bailadoras ¿seguirán la tradición de "les danses"?. Foto: Elvira Juan
Pendientes y otras joyas
Los pendientes, llamados "arracaes", podrían ser de diferentes formas tradicionales: de "raïm" (racimos de perlas finas), "polques" (piezas metálicas con piedras de colores engastadas), etc.; en general, siempre largos.
Llevaban también un collar pequeño, aguja y sortija, como dice una antigua canción:
Tot lo que em regalaresen la cómoda está:agulla, pendientessortija i collar.
El baile
Se utilizaban castañuelas del número 8 o mayores, algunas con cintas de colores o madroños. Normalmente se formaban unas catorce parejas entre mayores y jóvenes, a las que se adherían algunos niños que se colocaban, separados, al final de la fila.
El compás lo marcaba el "tabalet" que tocaba constantemente el mismo ritmo. De vez en cuando, sonaba la "chirimita" tocando algún fandango. Habían dos o tres melodías de fandango, que se iban repitiendo, superponiéndose al tamborileo continuo del "tabal".
El baile comenzaba formándose una cadena de parejas, que se iban entrecruzando. Cuando sonaba el fandango, sólo algunas parejas, las más garbosas o ligeras, salían de la cadena a bailarlos, controlándose mientras la cadena por los "caps de dansa". Una vez finalizado el fandango, las parejas se reintegraban en la ceremoniosa cadena, que seguía sin interrupción al compás del "tabalet" y las castañuelas.
Este baile, y en general el baile valenciano, no supone dar grandes saltos, ni revuelo de faldas; aunque es muy alegre, tiene cierto señorío, por lo que no se exhiben los pantalones, ni las vueltas son violentas.
La "dansá" comenzaba con el "pas pla", de seis movimientos, siempre iguales, que la mujer marcaba, caminando hacia atrás, como huyendo risueña; y el bailador, arrogante, hacia adelante, manteniendo siempre, entre ambos, una distancia de unos tres metros y medio. Cuando terminaba cada uno de los fandangos, la gente aplaudía si lo habían bailado bien, y pitaban y reían, si el fandango no había salido bien.
Terminada la danza, el ayuntamiento preparaba un ágape, cada noche en un casino del pueblo. Se colocaba una mesa muy larga, donde se ofrecía un helado a todos los bailadores y bailadoras. Se entablaba una alegre tertulia, donde se comentaban anécdotas de la actuación. El helado solía estar preparado con jarabes de los fabricados en la fábrica de licores de Ayelo (limón, zarza, horchata de almendras o de chufas, etc) famoso en toda España durante aquella época de principio del siglo XX.
Elvira Juan Llovet. Extraido de su libro: Música y tradición en Ayelo de Malferit. Desde los orígenes hasta 1990.
NOTAS:
(1) Crivillé i Bargalló, Josep: Historia de la Música Española, Tomo VII, El folklore musical, Madrid, Alianza Editorial, 1983, pág. 247.
(2) López-Chavarri Marco, Eduardo: Música Popular Española, Barcelona, Ed. Labor, 1927, pág. 82.
(3) Ésta, era confeccionada ensartando capullos de jazmín, todavía cerrados, en un hilo, utilizando una aguja que atravesara el pequeño tallo de la flor. Debía prepararse esa misma tarde, para que por la noche comenzara a abrirse, proporcionando ese olor tan característico.