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miércoles, 16 de junio de 2010

Exploración del "Mollonet de les Mentires".

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Portada del nº 1 del diario "Las Provincias".31 de enero de 1886.


EXPLORACIÓN DE UN SUPUESTO "DOLMEN" EN AYELO DE MALFERIT, PROVINCIA DE VALENCIA.
por Rafael Cisternes
(Publicado en el diario Las Provincias el 22 de agosto de 1869)

En nuestro tiempo hemos visto sugir una ciencia completamente nueva, que apoyándose en métodos positivos, en la observación de los restos humanos y de los antiguos productos de la industria sepultados en las cuevas y grutas, o en el fondo de los aluviones, se ha propuesto investigar los misteriosos orígenes de la humanidad, vincular el pasado del hombree con el pasado del globo, sustituir a las ideas fabulosas y a los cuadros mitológicos nociones exactas y fieles acerca de la aparición y diseminación de las razas humanas, y dar a conocer el progresivo desarrollo de nuestra especie desde las edades primitivas, hasta el presente envuelto en la mas densa oscuridad.

La importancia de esta ciencia, tan jóven aun, está expresada por su misión: por ella cuenta ya con adeptos tan numerosos como fervientes, que extendidos por todas las partes del mundo, presentan cada día nuevos hechos, discuten ideas fecundas y atestiguan un progreso indefinido.

La Universidad literaria de Valencia, que desde su origen se impuso el deber de seguir paso a paso los adelantos de la ciencia en todas sus manifestaciones, no podía permanecer indiferente ante el nuevo rumbo que ha tomado el movimiento intelectual, y aprovechando la conclusión de las tareas del último curso académico, el dignísimo señor rector dispuso que para inaugurar las expediciones por la provincia, saliese una comisión a explorar un monumento, al parecer de muy remota antigüedad, que existe en el término de Ayelo de Malferit, conocido con el nombre de Mollonet de les Mentires, donde se esperaba encontrar curiosos restos de alguna época prehistórica, temiendo que estos desaparecieran yendo a parar a manos que no apreciaran el valor que pudiesen tener, y quizás a poder de extranjeros que nos acusarían de dejar perdidas riquezas que tanto se aprecian en otras naciones.

Principiados los reconocimientos y exploraciones necesarios, para lo cual se obtuvo la venia de la familía del señor marqués de Malferit, que se creía propietarios del terreno que el expresado monumento ocupa, tuvieron que suspenderse pronto por órden del alcalde de aquel pueblo, quien pidió explicaciones sobre el objeto de los trabajos, fundándose en que el terreno era de propios, lejos de pertenecer como equivocadamente se había creido a la ilustre familia mencionada. Habiéndoselas dado cumplidas, permitió su continuación, pero más tarde hubo de disponer que se aplazaran hasta recibir órdenes superiores ... (faltan unas lineas en nuestra copia) ... -tración reconocida en dar las órdenes oportunas y la competente autorización para proseguir las exploraciones.

Habiéndose dirigido de nuevo al expresado punto la comisión compuesta del catedrático director del Museo de Historia Natural de la Universidad y del jóven D. Eduardo Boscá, antiguo discípulo de esta escuela, que con tanto celo como fruto se dedica al cultivo de las ciencias naturales, a la que tuvo a bien asociarse el conocido profesor de la escuela industrial y distinguido ingeniero D. Ricardo Beneyto, continuaron los trabajos sin el menor obstáculo por espacio de cuatro días en su conjunto, ocupando a seis braceros en cada uno de ellos, número que se consideró necesario.

Mientras estos últimos se ocupaban en abrir brecha en uno de los costados del pretendido dolmen, se procedió a la medición exacta de sus dimensiones, se sacaron un dibujo representándolo por la parte de Levante y una vista del aspecto general de aquel punto de la sierra, y se levantó un croquis del terreno para fijar su posición.

Hállase situado el que seguiremos llamando Mojón, porque hasta ahora nada presenta que le imprima el carácter de Dolmen o Tumulus, a tres kilómetros al sur de Ayelo, sobre una colina que forma parte de la divisoria de aguas entre el término de dicha población y la de Onteniente, por cuya parte de Levante pasa formando una garganta el rio Clariano.

Su forma es la de un cono de base elíptica algo irregular, cuyo eje mayor está en sentido de NE (noreste) a SO (suroeste), siendo sus dimensiones las siguientes: altura 5,7 m.; perímetro de la base 83 m.; diámetro mayor 27 m.; diámetro menor 22 m. Un tanto truncado en su parte superior formaba como una meseta desigual e irregular de unos 6,5 m. de diámetro, término medio.

Al exterior aparece formando una loma artificial compuesta de varias capas de piedras, en forma y tamaño desiguales, sobrepuestas con bastante regularidad en lechos o tongadas que a cierta distancia pueden compararse a la disposición de los sillares de un muro, separadas por otras poco más estrechas de tierra, que rellena asimismo todas las oquedades e intersticios que hay entre ellas, disminuyendo empero notablemente esta semejanza examinándolo de cerca.

Los trabajos de exploración, según esto, estaban indicados por si mismos. Se empezó por practicar un desmonte a cielo abierto desde la mitad de la altura hasta la profundidad de un metro en sentido del eje mayor y en su parte de Levante, dándole una anchura de 5,2 m. en la entrada y de 3,3 m en el extremo opuesto, y luego se abrió una zanja hasta llegar al fondo mismo con una anchura de 3,3 m. y una longitud de 5,8 m. que ocupó desde el expresado eje, parte del fondo del desmonte abierto, profundizando por este medio hasta un metro más desde el punto correspondiente a la superficie del suelo.

En la parte inferior del Mojón dominaba la piedra en cantos algo mayores que los del exterior, mezclados con una tierra arcillo-calcárea a veces algo endurecida en la superior y central predominaba al contrario la tierra arcillosa amarillenta y bastante suelta, distinta de la anterior, conteniendo también algunas piedras grandes a unos 4,8 m. a contar desde el fondo o suelo. La mayor que de ellas se sacó, como todas de forma irregular, tenía unos 80 cm. de ancho por 70 de largo y 15 de grueso, medidas que distan mucho de alcanzar todas las demás. Entre esta arcilla, a un metro de profundidad y a la distancia de tres metros hacia el interior, esto es, contando desde la extremidad del eje mayor, se encontró una moneda de cobre, que al desprenderse fue rodando a causa de la falta de cohesión en la sustancia que la envolvía; a igual profundidad se recogió un fragmento de costilla alisada parcialmente en uno de sus extremos en forma de espátula; a la de tres metros apareció una valva de Pedúnculus pileus Lamk, perforada en el punto inmediato a la charnela, y a la de dos metros hacia el centro, las conchas de algunos Hélix clonensis Fer., todas en bastante buen estado de conservación, junto con algunos huesos fracturados y diseminados.

Inmediatamente debajo de las piedras intercaladas entre la arcilla amarillenta, seguía una capa bastante desigual e irregular, siempre estrecha y formando en la sección vertical como una veta, cuyo espesor por término medio puede calcularse de un decimetro compuesta de otra tierra arcillosa y caliza blanca desmenuzable, con pequeños depòsitos de una sustancia, que tanto por lo pulverulenta como por el color, tiene todo el aspecto de ceniza, pero que ensayada en el laboratorio de química de esta Universidad por el distinguido profesor D. José Monserrat, ha resultado componerse de caliza cenicienta con bastante arena y buena cantidad de humus o tierra vegetal.

Contiene esta capa diseminados algunos fragmentos de huesos, dientes, pedacitos de carbón y trozos de vasijas de barro, siendo de advertir que no dejaron de encontrarse todos estos objetos, aunque menos abundantemente, en el resto de la excavación. De ella se extrajeron además dos pedacitos de pizarra silícea labrados y taladrados, los cuales estaban muy próximos a la boca de la brecha abierta, y que acaso algún arqueólogo consideraría como amuletos. Debajo de este depósito, por último, y rellenando todo lo explorado hasta el fondo, solo hay alguna que otra piedra grande intermediada con cascajo y tierra vegetal.

Hállanse en su mayor parte los huesos tan fracturados, como que están reducidos a esquirlas, y además alterados de una manera tan profunda que muchos en su exterior aparecen como comidos, siendo tan friables que con la más ligera presión se desmenuzan entre los dedos. Pueden con todo reconocerse perfectamente los siguientes: la parte inferior y media de un húmero y las de una tibia izquierdos de conejo (Lepus cunículus Linn.); un fragmento inferior del radio derecho, la extremidad inferior de un fémur del mismo lado, y una extremidad superior de tibia izquierda, pertenecientes a una cabra (Capra hircus L.); dos ramas izquierdas de mandibula inferior de oveja (Ovis aries L.), con todos los molares la una y con la última muela solamente la otra, ambas de individuos adultos; una vértebra cervical y la última lumbar, la porción vertebral de seis costillas y la estenca de otra, el fragmento inferior de un húmero derecho, la extremidad superior radio-cubital derecha y tres apófisis olecranianas de cúbito, también de oveja; la parte superior de un metracárpico izquierdo, un fémur derecho de individuo jóven, la extremidad superior astragaliana izquierda y dos calcáneos izquierdos de individuos adultos, todos de la misma especie mencionada últimamente; un fragmento de maxilar superior de cerdo (Sus seropha L.), con tres molares de segunda dentición, un omóplato derecho y un fragmento del cuerpo de una costilla y algunas falanges y huesos del carpo de la misma especie. Además de los dientes contenidos en los respectivos huesos, según ya queda expresado, se recogieron sueltos seis molares de cabra, dos incisivos inferiores intermedios, el uno de primera dentición y el otro de segunda, y uno de los externos también de segunda, pertenecientes al cerdo los tres.

Aunque por el momento no presentan grande interés, la comisión recogió muestras de la arcilla amarillenta superior, y dos cantos rodados que había en ella, los únicos que durante la exploración se advirtieron, a 4 m. de profundidad, además de las conchas de moluscos antes indicadas; muestras de caliza cenicienta recogidas a 4,8 m. de profundidad, y una piedra calcinada que apareció en ella; ejemplares de arcilla aglutinada con carbón y caliza agrisada pulverulenta, y de otra arcilla con solo carbón a la de 4 y 5 m. respectivamente, así como de una tierra arcillo-calcárea inmediatemente sobrepuesta a la caliza térrea cenicienta, y un trozo irregular de piedra de cal muy alterada y perforada, al parecer artificialmente, que en ella estaba envuelta, además de una arcilla roja inferior correspondiente a la profundidad de 6 m.

Los trozos de vasija son entre los restos de industria humana los más abundantes, no siendo de extrañar, por lo tanto, que varíen sumamente por el color, grano, forma y naturaleza del barro empleado en su fabricación. Así, unos son rojos, otros cenicientos, negruzcos los mas; haylos que contienen mucha arena silícea, o mucho feldespato como cristalizado, mientras que algunos están formados de una arcilla muy pura; los hay que pertenecen a vasos de gran diámetro, o al contrario de capacidad muy reducida, algunos tienen un borde muy regular, o asas muy bien formadas, y todos evidentemente fueron labrados al torno, aun los mas toscos y groseros. Fragmentos iguales por otra parte se hallan en varios puntos de la provincia, como por ejemplo, al norte de la villa de Moncada, en el punto llamado la Peñeta del Moro, y en las inmediaciones de la Cantera del Puig, donde los recogió D. Eduardo Boscá, y para su comparación pueden asociarse a los procedentes de Ayelo de Malferit.

El corto tamaño de las piedras que componen el Mojón, su disposición tan ordenada, la falta del más ligero vestigio de restos de nuestra especie por un lado, y por otro la presencia de huesos y dientes de solo cuatro especies de animales domésticos, y la existencia de una cantidad relativamente tan grande de cascos de vasijas que llevan el sello del arte de alfarería bastante perfeccionado, no permiten de modo alguno abrigar la creencia de que sea un dolmen, como con alguna ligereza se ha supuesto, ni que haya servido de enterramiento, ni aun de habitación o estación a raza alguna prehistórica.

No contiene ningún sílex cortado o labrado, ninguna punta de flecha, ningún hierro de lanza, ninguna asta de rumiante, nigún objeto de piedra o de hueso, exceptuando un pedazo de costilla, que así puede ser de una antigua espátula, como trozo de algún juguete, y los dos de pizarra silícea, que tanto pueden ser piedras para afilar algunos instrumentos cortantes, como amuletos; y que aun admitiéndolos como tales, a nadie se oculta la posibilidad de ser objetos de época moderna, siendo de uso frecuente aun hoy día en algunos pueblos supersticiosos.

Los huesos, por otra parte, principalmente corresponden no solo a especies pequeñas, sino que también a individuos jóvenes, predominando por ello los que tienen epífisis, sin que los mismos huesos largos estén hendidos por haberse prestado a la extracción de la médula, y sin que formen un depósito notable por el número, ni siquiera por la posición, pues si bien son más abundantes en la delgada capa de arcilla que acompaña a la caliza cenicienta, encuéntranse indistintamente en el resto y a varias alturas.

Y si, por último, hubiere quien pretendiese sostener la hipótesis de una antigüedad prehistórica para el supuesto dolmen, fundado en la costilla labrada, bastaría oponerle el hallazgo de la moneda antes mencionada, tan moderna como que lleva el busto de Carlos III, encontrada en iguales condiciones que aquel hueso.

La comisión no ha desperdiciado la ocasión de recolectar varias producciones naturales, y de anotar algunas observaciones y datos referentes a la vegetación espontánea de esta parte de la provincia, no menos que a su fauna, pero que no deben consignarse aquí, tanto por lo ajenas que son a la naturaleza de este escrito, como por ser meros apuntes parciales, aunque no dejarán de utilizarse en tiempo oportuno.

No podemos, sin embargo, dejar de mencionar un hecho que consideramos de algún interés, y que hasta cierto punto está relacionado con la arqueología.

Uno de los profesores que con mas fruto se han ocupado del estudio geológico de la provincia, creía que la marga azul, o tap blau como la llaman en el país, formación muy extendida en el valle de Albaida, estaba destituida de toda clase de fósiles y así lo sentaba en una luminosa memoria inédita que hemos tenido el gusto de examinar. Nosotros podemos asegurarle que es fosilífera como la marga blanca, habiéndolo así visto junto al molino llamado de la Marquesa, en término de Ayelo de Malferit, y como nunca pretendemos envolver nuestras observaciones en el misterio, gustosos le abandonamos este dato para que pueda rectificar en este punto su trabajo antes que vea la luz pública.

Valencia, 16 de julio de 1869. Por la comisión, Rafael Cisternes.


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