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domingo, 23 de septiembre de 2018

UN ROMANCE POPULAR DEL SIGLO XVIII: LAS ANDANZAS Y DESVENTURAS DEL GUAPO JACINTO ROVIRA DE AYELO. Autor Fernando Goberna Ortiz. (I parte)



Grabado que fue incluido en las diferentes impresiones de los Romances de Jacinto Rovira excepto en los de la imprenta cordobesa de Rafael García Rodríguez.
Las armas de la época y los accesorios para las mismas eran, entre otras, la carabina, la escopeta, el trabuco, la pistola, Ia espada, el puñal, la charpa, frascos llenos de pólvora, libras de balas y tacos.

Entre los romances populares que imprimió en pliegos sueltos la imprenta valenciana de Agustín Laborda durante el siglo XVIII, se encuentra el dedicado a Jacinto Rovira. Es un romance de los llamados popularmente de guapos, teniendo este vocablo el significado de animoso, valeroso y resuelto que despreciaba los peligros, y acometía con bizarría las empresas arduas y dificultosas, tal y como se lee en el conocido Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española publicado en 1732.

De escritor anónimo, como casi la totalidad de los romances populares del siglo XVIII, el romance o romances de Jacinto Rovira, ya que son dos los pliegos (en uno está narrada la primera parte de sus andanzas y desventuras, y en el otro la segunda parte) están compuestos como si fuera el propio Rovira el que nos contara su azarosa vida, la cual transcurre entre finales del siglo XVII y los años posteriores a la llamada Guerra de Sucesión, ya que, aunque en el romance no se nos dan demasiados datos sobre la época, podemos ya adelantar que Jacinto Rovira existió realmente, y que el romance está inspirado en la causa que se le instruyó por sus delitos en la Sala del Crimen de la Real Audiencia y Chacillería de Valencia entre los años 1716 y 1718.

1) EL ROMANCERO POPULAR DEL SIGLO XVIII
Desde los estudios de Menéndez Pidal en las primeras décadas de este siglo se ha aceptado generalmente que al llamado romancero viejo, de carácter épico-popular, le sucedió en el siglo XVII el romancero culto o artístico que en buen medida ocasionó el olvido del anterior, aunque, eso sí, el épico-popular quedó latente en la tradición oral hasta que en el siglo XVIII volvió a renacer, llegando hasta el siglo XIX con fuerza quizá debido al movimiento romántico.

El romance popular durante el siglo XVIII está, naturalmente, influenciado por los gustos populares de la época, sus moldes siguen siendo los del romancero viejo, es decir, sigue siendo poesía narrativa en verso octosílabo, pero las historias que cuenta son más realistas encontrándose en éstos apena lirismo, fuerza épica, sentido honor, sincera profana, o amor a la patria o semejantes. 

Los temas de que trataban eran de pésimo gusto para la minoría culta, pues eran asuntos de violencia, dramáticos y a veces inmorales, reflejando un cierto pesimismo y desilusión respecto de los ideales nobles. Son temas relacionados con la picaresca del mal vivir, el bandidaje, la burla, el escarnio, la monstruosidad, y lo maravilloso ya fuera divino o demoniaco, con un intento del poeta por resultar ejemplar, pero sin evitar en la narración detalles morbosos con el fin de excitar el fino instinto dramático de aquellos que leían el romance, los menos, o de aquellos que lo escuchaban recitar que eran los más, ni que decir tiene que el final del romance siempre era el castigo y la muerte, y en pocas ocasiones el perdón del protagonista del romance. 

Era una poesía destinada a la población más común, y en el siglo XVIII esto es como decir a la gente campesina y a la pobre de las ciudades, en su mayoría analfabeta, a las cuales el recitado de estos romances en alguna esquina por algún ciego cantor era uno de los pocas posibilidades de escape a la fantasía. La aceptación de este tipo de romance, como dejó escrito Julio Caro Baroja, fue muy grande, y las imprentas andaluzas, y como veremos también alguna valenciana como la de Laborda, imprimieron millares de pliegos sueltos durante el siglo XVIII y parte del XIX.

En general, como ha escrito Aguilar Piñal, este romancero popular ha sido generalmente despreciado por los críticos, pero no hay que olvidar que es un reflejo del alma popular, y por lo tanto nos ayuda a conocer nuestro pasado, y en definitiva es parte de nuestro patrimonio cultural e histórico.

Por último, antes de pasar a comentar el romance sobre Jacinto Rovira, hay que decir que la edad de oro de esta romancística popular fue el reinado de Felipe V, y sobre todo los años posteriores a la Guerra de Sucesión, quizá debido al apoyo popular que encontraron los contendientes de esta guerra, a la violencia de aquellos años y a las desgracias ocasionadas por la propia guerra. Tal será el caso también del romance sobre Jacinto Rovira, aquel en el que se cuentan los valerosos hechos, muertes y resistencias de este arrogante mancebo natural de la villa de Ayelo en el Reino de Valencia.

Fernando Goberna Ortiz
Almaig, Ontinyent. 1998
 

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