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domingo, 21 de noviembre de 2010

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Ayer, hoy y mañana de nuestro pueblo
por
Julián Juan Mompó
escrito en 1973



El tiempo transcurre benévolo y despiadado al mismo tiempo, dejando tras sí una estela impregnada de venturas y desventuras, consecuencia lógica, en parte, del desequilibrio político-social de cada momento.

Por eso, quienes éramos niños allá por los años veintitantos y que hoy estamos ya pisando los umbrales del invierno de la Vida, recordamos con coraje y con furor, más que con nostalgia, al Ayelo mísero, ignorante y sumiso de aquellos tiempos. Mísero, porque la Miseria era la dueña y señora de todos los hogares obreros. El Hambre, su congénere, hacía estragos. La Inanición minaba nuestras energías vitales, y sólo los dotados de una vigorosa fortaleza física se resistían a caer en los fatídicos brazos de Láquesis, la última de las tres Parcas encargada de cortar el hilo de la Vida.

Aún resuenan hoy en mis oídos los plañideros y lúgubres tañidos de la Campana Pequeña llamando a "sel, sel”. Y un día... Y otro día... Y otro día... Y tan familiar se hizo este penoso y aciago acontecer que hallábamos consuelo musitándose unos a otros: "un atre angelet al Sel”.

Y es obvio decir que la causa principal de este espeluznante, tenebroso y aterrador AYER de nuestro Pueblo fue la escasísima y deficiente alimentación. El bollo de maíz — y muy poco — era nuestro alimento habitual. El pan brillaba por su ausencia, y sólo en algunos domingos y fiestas aparecía algún que otro mendrugo que era deglutido con voraz fruición.

Recordamos al Ayelo sumido en las tinieblas de la ignorancia, pues la cultura y los medios para conseguirla eran patrimonio exclusivo de las clases pudientes. Personas hubo, sin embargo, que se interesaron por inculcar los principios básicos del saber a todas las clases sociales. Y referente a esto, no puedo dejar de mencionar con reverente respeto y sincera gratitud a D. LEONARDO CARRERES (q. e. p. d.), hombre que consagró toda su vida al apostolado de la enseñanza, pero que fue impotente para atender con eficacia esta loable actividad debido al excesivo alumnado. Quienes tuvimos la suerte de asistir a sus clases sabemos con qué cariño, entusiasmo e interés nos explicaba sus lecciones. Hombre sencillo y bueno, en su corazón, estoy seguro, nunca flameó la corrosiva llama del odio. Supo perdonar, y perdonó. Y esto basta para que figure en lugar preferente y de manera indeleble en el álbum de nuestros recuerdos.


Otro hombre hubo cuyo nombre no se puede eludir al evocar aquellos tiempos. De carácter alegre y jovial, con su continuo canturrear irradiaba alegría y optimismo a todos cuantos con él se relacionaban o que se encontraban por la calle, pues para todos tenía un sonoro y afectuoso adiós. Fue el maestro de los pobres y de los más pobres. Estoy seguro de que ya sabéis a quién me refiero. Familiarmente le llamábamos el señor VISANTICO EL COIXO. Hombre austero, laborioso y tenaz, hurtó horas y más horas al ocio y al descanso para entregarse con vehemente dedicación al exterminio de esa lacra social que tanto predominaba entonces: el analfabetismo. A él acudían todos cuantos sentían ansias de saber: adultos, adolescentes y niños que no podían asistir a la escuela pública porque no tenían más remedio que trabajar desde muy tierna edad y de sol a sol, para ayudar a sus padres en la difícil tarea de acallar un poco el hambre que constantemente les acosaba.

Estoy convencido de que cuantos leamos estas líneas dedicaremos un grato y sentido recuerdo a la memoria de este hombre ejemplar, que quiérase o no, formará siempre parte, en sentido constructivo, de la historia de nuestra PATRIA CHICA.

Y, por último, recordamos al Ayelo sumiso, fatalista y resignado que soportaba mansamente las más abyectas tropelías de un caciquismo cerril, torvo y grosero que consideraba al trabajador como un ser inanimado y como parte integrante de su propiedad al igual que en tiempos del Feudalismo.


D. Leonardo Carreres en su clase, (década de 1940). Para Julián Juan era un "hombre sencillo y bueno .... que figura en lugar preferente y de manera indeleble en el álbum de nuestros recuerdos"

Por esta razón, cuando llegaban las mal llamadas elecciones, espoleados por un desmesurado afán de dominio, recurrían, para conseguir sus fines, a los más viles y denigrantes medios, desde el soborno, la traición y el engaño, hasta el desoído de los trabajadores que no votaban a los candidatos por ellos designados. ¡Qué sufrimiento moral supondría el soportar tantos vejámenes y tantos atropellos sin poder contar con una ley que prácticamente les amparase!

¡Y cuán horripilante y tremebunda debería ser, las más de las veces, la existencia de quienes, para ganarse un irrisorio jornal, tenían que trabajar de sol a sol en condiciones infrahumanas! Y, por si esto fuese poco, algunos, después de estas agotadoras jornadas, se veían obligados a permanecer unas horas más de la noche cuidando a las caballerías, para el día siguiente iniciar de nuevo la tarea.

¡Y cuál no sería la consternación que experimentarían aquellos padres, generalmente con prole numerosa, al regresar a sus sórdidos hogares, donde la promiscuidad era inevitable, y contemplar a sus hijos, fláccidos y andrajosos, cuyos rostros macilentos y de lánguido mirar denotaban que la inanición los estaba consumiendo; y no poder hacer frente a esta angustiosa situación, pues amén de los exiguos jornales, cuando los tenían, eran frecuentes los largos períodos de lluvia, lo que hacía que las deudas se acumularan más y más, llegando al extremo de que las tiendas se negaban a facilitar más alimentos. ¡Pavoroso y agobiante problema que muchos trataron de resolver o mitigar emigrando al extranjero...!

Y mientras tanto, el tiempo seguía inexorablemente su curso y, a trueque de indescriptibles sufrimientos y ríos de sangre como consecuencia de luchas fratricidas originadas por disensiones políticas y profundas injusticias sociales, hemos llegado a este próspero y venturoso HOY del cual todos gozamos.

Quienes podemos rememorar el tétrico AYER y compararlo con el esplendente HOY, vivimos más intensamente debido a que la lucha contra la adversidad, impuesta por las circunstancias, nos ha dotado de una mayor sensibilidad para percibir la gran diferenciación de este cambio tan brusco en un período de tiempo tan corto. Y quienes no han pasado dificultades y la vida les ha sido siempre fácil, no pueden sentir jamás esa inefable satisfacción que siempre proporciona el haber salido airoso de situaciones difíciles y ver brillar de nuevo el sol de la esperanza...

Evidentemente, nadie puede negar que hoy nuestro Pueblo, en términos generales, es feliz, pues el nivel de vida ha mejorado considerablemente, razón por la cual han desaparecido las causas que motivaron la infelicidad y desasosiego de antaño. La Campana Pequeña ha muchos años que enmudeció; el hambre es ya por todos desconocido; el analfabetismo ya no existe, y aquel caciquismo, troglodita y carente de sentimientos humanos, ha pasado a la historia. Trabajo hay con demasía para todos, requisito indispensable para que el bienestar social vaya cada día en aumento. Es verdad que nuestro Pueblo no tiene la suficiente capacidad de empleo para todos sus hijos; pero éstos, impelidos por un ardiente e incontenible afán de mejoramiento, no han vacilado en trabajar donde fuere, y creo que no exagero si digo que más de la mitad de nuestra población laboral sale todos los días a prestar sus servicios en los pueblos colindantes, y el aprecio a que todos se han hecho acreedores por parte de sus empresarios, es el más fiel exponente de la laboriosidad, honradez y competencia que han demostrado en el desempeño de su trabajo, honrando así el nombre de AYELO DE MALFERIT, que es el nombre de nuestro querido Pueblo. Por otra parte, nuestra incipiente industria ha experimentado un ligero incremento, creando —aunque pocos— nuevos puestos de trabajo y buenas perspectivas para un futuro de mayor desarrollo.

Producto de todo cuanto antecede es el actual progreso económico y, como derivación del mismo, el aumento demográfico, un mayor nivel cultural y una más amplia y decorosa urbanización que culminará cuando las calles estén asfaltadas, mejora que todos esperamos con impaciencia desde hace algunos años.

Y si en un lapso relativamente corto hemos llegado a esta halagüeña situación, comparada con la anterior, es muy fácil augurar para nuestro Pueblo un risueño, próspero y esplendoroso MAÑANA que ya se vislumbra a través de nuestros niños que nada les impide jugar y sonreír pletóricos de salud, y que están siendo preparados por sus maestros para, llegado el momento, poder ser útiles a sí mismos y a la Sociedad. Y de nuestros muchos jóvenes, algunos de ellos inteligentes, dinámicos y bien preparados, y que, inevitablemente son los que se han de hacer cargo de todas las actividades propias del funcionamiento del Municipio y que sabrán desenvolverse lo mejor posible dentro de los cauces por los que discurra la política nacional, apurando hasta el máximo todas las ventajas y facilidades que ésta les proporcione, cosa que, parece ser, no se ha hecho hasta ahora.

Pero lo más fundamental para que este MAÑANA sea pronto una feliz realidad consiste en que parte de los recursos económicos con que cuentan algunos ayelenses fueran invertidos en la creación de nuevas industrias que fueran capaces de absorber todos los puestos de trabajo necesarios para que ningún hijo de Ayelo tuviera necesidad de salir del pueblo para ganarse el sustento diario. Quienes no han pasado por este trance no pueden valorar la extraordinaria importancia que esto tiene. Yo sí que lo sé por experiencia.

Yo quisiera tener la suficiente capacidad de persuasión para convencer a cuantos disponen de dichos medios en el sentido de que sus inversiones serían muy productivas. Hay que tener presente que la industria es la más abundante fuente de riqueza y el motor que impulsa el desarrollo de los pueblos. Con sólo la agricultura, aunque se paguen bien los barbados todos los años, Ayelo nunca llegará a reunir condiciones para dar empleo a todos sus habitantes, y ésta debe ser la meta más importante por la que todos debemos luchar hasta conseguirla.

Aunque haya alguien que me tilde de iluso o de insensato, me atrevo a sugerir la conveniencia de que se reunieran unos cuantos interesados y entendidos en esta materia y que estudiaran qué clase de industria convendría más, y seguidamente constituir una sociedad anónima de la cual formaran parte todos cuantos quieran hasta conseguir el capital que se presupueste es necesario para la puesta en marcha de la industria que se determine. Estoy convencido de que si nuestro Ayuntamiento considera factible llevar a cabo cuanto antecede, será el primero en iniciar sus gestiones y hará todo lo posible para que ese MAÑANA que todos deseamos, se convierta, en el plazo más breve posible, en otro HOY mucho más espléndido y próspero que el actual.

Muchas gracias a todos cuantos hayan tenido la paciencia de leer este escrito, y MUY FELICES FIESTAS A TODOS.

Julián Juan Mompó. Ayelo de Malferit, julio de 1973. Publicado en el Libro de Fiestas de 1973. Fotos: Arxiu Fot. Biblioteca Degà Ortiz.

1 comentario:

  1. Este home es diu que va ser represaliat en tems de franco pero crec que era una bona persona

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